Nunca había reparado en estas sugerencias de WordPress. Pero al leerla, he sentido una punzada en el estómago. Primero he pensado que era mi sistema digestivo en plena faena después de comer los huevos con judías que mi madre me preparó al llegar al pueblo; luego he sentido que, aunque era algo visceral, nada tenía que ver con mi digestión.
Lo que ha atravesado mi mente en ese momento ha sido una pegatina que venía de regalo en una famosa revista (¿puedo hacer publicidad? Era la SuperPop) de un artista que me robó el corazón durante largos años de mi pubertad. La llevaba pegada en la carpeta del instituto, en la parte interior. No porque en el exterior no llevara nada, de hecho, mis carpetas podrían usarse como ejemplo de la expresión latina horror vacui del Barroco. Sino más bien, porque solo yo quería recrearme mirándolo cuando abría la susodicha carpeta, no quería compartir la visión de ese adonis con nadie.

Como has podido intuir, crecí en la década de los ochenta, años caracterizados por una estética, una música y unas expresiones coloquiales que siguen estando en boga. Todo vuelve. Razón tiene la sabiduría ancestral cuando afirma que todo es cíclico, como las fases de la luna, las mareas o la menstruación.
En la época dorada de las revistas para adolescentes tuve muchos «amores»; platónicos, claro. Ninguno de esos actores o artistas, a los que eché el ojo, acabaron por manifestarse físicamente en mi pueblo y ningún chico de mi edad se le parecía ni de lejos como para atraer mi atención. Lo que no sabíamos entonces era que nada de lo que veíamos en las revistas era totalmente real, había una cosa llamada retoques; aunque no existiera todavía el Photoshop, seguro que había otras herramientas más analógicas para conseguir los mismos resultados.
La cuestión es que, retoques aparte, no recuerdo si fueron esos ojos azules (menos intensos en realidad) o esos labios carnosos (seguramente no tan brillantes) o esos rizos sedosos (que serían más crespos los días de humedad), pero me enamoré locamente de Kirk Cameron.
Así que, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que mi primer amor fue… mi primer amor fue Kirk Cameron. Aunque, pensándolo bien, puede que solo fuera una atracción física sin más.
¡Que curioso! Yo también estuve a punto de contestar a esa pregunta de wordpress esta mañana. Pero nunca se me hubiese ocurrido pensar en uno de esos amores adolescentes hacia estrellas del SuperPop (Sí, yo también la compraba). Me ha venido a la mente mi primer amor adolescente. Pero supongo que las sensaciones son muy parecidas.
Un saludo.
AlmaLeonor_LP
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El enamoramiento adolescente, sea por un ídolo o por alguien más mundano, diría que es lo mismo.
Yo al ver la sugerencia he pensado que la temática era demasiado trillada, pero me vino a la mente esa pegatina y pensé que podía darle una vuelta al relato
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Un abrazo, Alma! 💜
(Que le he dado al botón demasiado rápido).
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Mi primer amor también fue un artista, un cantante, recuerdo que gastaba los discos escuchándolo y repitiendo sus canciones, mi habitación tapizada con sus posters.
Ahora que lo pienso a la distancia, creo que fueron varios, porque la década de finales de los ’70 y los años 80′, para mí fueron las mejores.
Al día de hoy sigo escuchando esa música, y si bien todos estamos mayorcitos tanto los cantantes como yo, al ver los viejos videos me vuelvo a enamorar.
Me encantó tu texto, me transportó a aquellas épocas, un abrazo.
PATRICIA F.
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Esos recuerdos de juventud son algo que me hacen sonreír sin razón. Esa es la magia.
Me alegra que te haya gustado el texto. Muchas gracias por compartirme tus recuerdos.
Un abrazo, Patricia.
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A mi me tuvo loquito la británica Mary Hopkin, allá por 1970.
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Qué intensos los amores adolescentes.
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Creo que del tal Kirk hubiera merecido una imagen por tener el honor de saber enamorarte. Mi primer amor fue hacia un Porsche Carrera, una aspiración siempre insatisfecha, entonces por evidentes razones económicas y ahora por la evolución natural de las vertebras. !Están verdes!
Un besazo.
https://www.motorpasion.com/porsche/porsche-911-carrera-rs-2-7-1973-a-subasta
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Ya lo pensé. En poner una foto de Kirk, pero me dije: si realmente tiene interés el asunto superfluo, ya lo buscarán en Google jajaja
Creo que entiendo lo del Porsche, cada uno puede enamorarse de lo que quiera jeje
No entiendo lo de las vértebras verdes. Entendería si me dijeras inflexibles, rígidas o así jajaja
Nada, lo más sano es caminar, déjate de coches rozasuelos 😉 Besazo.
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Están verdes!! Dijo la zorra cuando se reconoció incapaz de coger las uvas saltando. Es de una moraleja. Un besazo.
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¡Ay, las moralejas! Lo importante que son y lo olvidadas que las tengo. Gracias por recordármelo. Un besazo.
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