No podía creerme que estuviera ahí, unos pasos por delante de mí; vivo. 

Más que vivo: despreocupado, imprudente y un poco grosero, como siempre. 

¡No era posible! Yo lo vi morir. 

Estaba ese día en el Presidio de los ancianos cuando, mostrando su lealtad por encima de sus bromas, se enfrentó a Uldren Sov, quien le quitó la vida. Pero incluso antes de morir, encañonado con su propia arma, fue capaz de mostrar la arrogancia que lo caracteriza preguntándole al príncipe de los insomnes: «¿Qué tal tu hermana?». A continuación recibió un disparo certero y fatal en el pecho. Yo no llegué a tiempo, no pude salvarlo. No solo había perdido al jefe de los cazadores, sino también a un compañero, un amigo. No me permití sentir la pena, no derramé ni una sola lágrima. La rabia me invadió.

Esa pesada carga en mi conciencia me llevó a abanderar una venganza en contra de los dictados de la Vanguardia. Uno a uno fui matando a todos los Barones hasta dar con Uldren. Lo puse en la misma situación que estuvo Cayde: apuntado por el As de picas, que había recuperado de sus sucias manos, y a expensas de mi decisión. Un único disparo y la carga sobre mi conciencia no desapareció, pero en ese momento pude llorar la muerte de Cayde. La pena casi me consume viva. 

Y ahora, ahí estaba. De nuevo encabezando la lucha contra la oscuridad, y yo a su lado para hacer frente a cualquier desafío. Pero lo que no sabía era que su vuelta sería efímera, como la vida de una chispa que escapa de una hoguera y se funde con la oscuridad de la noche.

Lídia Castro.

Gracias a Lugas por animarme a escribir al mandarme esta foto como inspiración. Otro relato basado en Destiny que se une a los ya exitentes: