Estabas recogiendo tus objetos perdidos en la mensajería. Yo esperaba turno justo detrás, pero no te has percatado. Llevabas una capa marrón que te cubría la espalda y la cabeza; no recuerdo mucho más, porque los nervios al verte han ido ascendiendo como el gas dentro de una botella agitada.
Al irte, has pasado rozándome y me he quedado paralizada, sin aliento.
He estado tentada a ir detrás de ti, pero no lo he hecho. Solo te he seguido con la mirada. El nombre te relucía por encima de la cabeza mientras hablabas con el jefe de asaltos y, en unos segundos, has alzado tu mano y te has desvanecido, llevándote contigo mi tensión. Entonces, he vuelto a respirar y he seguido jugando.
Los avatares son solo eso, avatares (si no fuera porque detrás hay personas).
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