—¡Muchas felicidades!
—¡Gracias! Todo un detalle que te acuerdes de mi día.
—Bueno, ¿y qué tal te va todo?
—Pues no me puedo quejar; un año más vieja, cargada de trabajo y con las preocupaciones habituales.
—¿Preocupaciones?
—Sí, hombre: el calentamiento global, la gestión de residuos, la contaminación… Siguen sin solución. La culpa la tienen mis inquilinos.
—¿A qué inquilinos te refieres?
—¡Pues a los humanos! Se empeñan en destruirme poco a poco.
¡FELIZ DÍA DE LA TIERRA!
Lídia Castro Navàs