
El árbol sanaba, ella lo sabía bien. Aunque había gente que la llamaba loca. La misma gente que clamaba su tala para construir el centro comercial que tanto deseaban para saciar sus egos.
Esa noche ella conectó con él como nunca lo había hecho, quería salvarlo y no sabía cómo. El árbol depositó en ella toda su esencia: en sus cabellos escondió el secreto de su longevidad y en su corazón el poder de la sanación. Ella seguiría su labor a partir de entonces.
Otra de mis tríadas: Ilustración + microrrelato + música. Recomiendo disfrutar todo a la vez. Espero que te guste.
Lídia Castro Navàs
¡Bellísima tríada, Lidia!
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Muchas gracias, Marlen! ☺️ Celebro que te haya gustado. Un abrazo grande 💜
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Lidia, hacía tiempo que no hacía comentarios a tu blog. Pero eso no significa que no lo leyera o que me hubiera dejado de gustar. No solamente lo que escribes me gusta sino también los dibujos o pinturas llenas de colores. A partir de ahora procuraré comentar más tus artículos, que estoy seguro que será para felicitarte por lo bien escrito que están y por el mensaje que contienen. Un saludo de Jesús Azcárate.
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Hola, Jesús. Siéntete libre de leer o comentar. Sin obligaciones. Me alegra que te gusten las entradas. Un abrazo.
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Muy bonito y potente, Lidia. Me encantó.
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Muchas gracias, Ana. Celebro que te guste. Un abrazo 💜
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Ay, qué de recuerdos me trae ese texto. Cuántas veces no he podido experimentar sensaciones análogas… Cada vez son más escasas. Cada vez está todo más repleto de superficies comerciales, macrogranjas, autovías y aeropuertos sin aviones.
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Totalmente de acuerdo. La vida de una persona no vale nada, ¿qué no valdrá la de un árbol?
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