El albaricoquero de mi abuela 

Foto propia. Flix, 2017

Un gran árbol se levanta en medio de una pequeña huerta. Es un majestuoso ejemplar de copa chata y ramas largas que cuelgan como las de un Sauce llorón. Ese es el albaricoquero de mi abuela. Mi padre lo plantó para ella pues le gustaba mucho su fruta. Y aunque el árbol creció fuerte, nunca dio ni un solo albaricoque.

Hasta una primavera en que sus ramas se llenaron de flores que se convertirían en dulces frutos. Fue la primavera en que mi abuela nos dejó. Nunca llegó a saborearlos. Desde entonces, cada nuevo florecer me recuerda a ella.

Lídia Castro Navàs