Cambiar el cuento

Muy a menudo me he cuestionado el mensaje que transmiten algunos cuentos tradicionales infantiles y, como no, los roles que desarrollan las protagonistas de las películas de animación que dan vida a los personajes de esos cuentos. Me refiero a las películas de la factoría Disney, algunas producidas hace más de 80 años, que siguen siendo referentes entre los niños (y no tan niños) actuales.

Me pregunto si los estereotipos que muestran las figuras femeninas de estas animaciones promueven la repetición de roles tradicionales entre los jóvenes que han crecido con estos referentes sin ser del todo conscientes de ello.

Les princeses Disney

Si analizamos a las conocidas como “Princesas Disney” podemos observar algunas cosas, si más no, preocupantes. Todas ellas son muy jóvenes, guapas e ingenuas. Y entre sus habilidades destacan: cantar, bailar, limpiar, cocinar, coser, tejer, cuidar a otras personas… Además, conseguir la felicidad no depende de ellas mismas, sino que pasa por casarse con un “príncipe azul”. Por no decir que solo plantean un amor posible, el heterosexual.

Vamos a hacer un repaso cronológico:

–    Blancanieves (1937): Es la primera y la más sumisa y pasiva de todas las “princesas”. Son los animalillos del bosque los que la ayudan a encontrar un refugio, que resultará ser la casa de los siete enanitos. Mientras estos trabajan en la mina (aigó, aigó), ella se queda en casa haciendo las tareas domésticas. Es engañada por su madrastra y cae en un sueño profundo; no depende de ella salir de ese estado de ensueño, sino de un príncipe, quien sin su permiso, le dará un beso (hoy en día ya sabemos lo que es que un chico bese a una chica que está inconsciente).

–  Cenicienta (1950): Es la esclava a las órdenes de un madrastra y dos hermanastras que abusan de ella tanto como pueden. Ella no hace nada por cambiar su situación y acepta con abnegación su destino, aunque sueña con casarse algún día. La intervención de una hada madrina (Salacadula Chalchicomula. Bibidi, Babidi, Bu) la ayudará a hacer realidad su sueño: el afortunado es un príncipe que no se preocupa en saber su nombre y que se olvida de su cara después de pasar toda una noche bailando con ella; tiene que confiar en encontrarla a través de un zapato de cristal que ella pierde (el chico sufre de amnesia o ¿qué le pasa?).

–  Aurora (La bella durmiente, 1959): Es la primera película en la que se cuestionaba los matrimonios concertados, cosa que está bastante bien. Pero la protagonista no puede ser más pasiva, pues se pasa la mayor parte de la historia durmiendo y en ningún momento toma ni una decisión por sí misma. De hecho, el príncipe la “despierta” con un beso (otro beso “robado” a una chica inconsciente…), se casa con ella y se la lleva a su reino (¿alguien le preguntó a ella si quería casarse con él? Es un poco contradictorio todo…).  

–  Ariel (La sirenita, 1989): Es a la primera a la que no vemos haciendo tareas del hogar, cosa que es agradable y esperanzador. Pero, aunque se muestra más rebelde que las anteriores, acaba cambiando su bien más preciado (la voz) a cambio del chico que le gusta. Con todo, queda reducida a una mera apariencia, a un objeto bonito (pero sin voz, cosa que es muy simbólico: “calladita está más mona”).

–   Bella (La bella y la bestia, 1991): En ella vemos un cambio importante: es inteligente, ávida lectora, independiente y ¡no quiere casarse! Este cambio se debe, seguramente, a que es la primera producción de Disney donde participó una mujer (Linda Woolverton), hasta el momento solo había hombres detrás de la creación de la historias. A pesar de este perfil tan prometedor, acaba consiguiendo la “felicidad” enamorándose y casándose con un príncipe que se esconde bajo la apariencia de un bestia (aquí yace una de las mayores falacias del amor romántico: “El amor lo puede todo. Tú puedes cambiarlo. Él cambiará por ti”).

–    Jasmin (Alladin, 1992): Es la primera en no ser de raza caucásica (¡Por fin! Se empieza a dar visibilidad a otras razas y culturas). Aunque Jasmin se rebela contra su padre porque no quiere casarse, lo acaba haciendo igualmente (lo único es que no es un matrimonio forzado, sino por “amor”). Este final sigue mandando el mensaje de que la felicidad solo se consigue con amor (y con el matrimonio).

Con el tiempo, las princesas sumisas han dejado paso a las heroínas rebeldes; por suerte hoy en día hay otros referentes en los cuentos en los que fijarnos (¡Gracias a Gaia!). Como ejemplo, quiero destacar a: Pocahontas (1998), que deja de lado el amor por primera vez en una producción Disney con protagonista femenina y escoge aquello que realmente le importa: su pueblo. Mulan (2009), quien delante de las imposiciones de su cultura, acaba travestida para poder luchar. Mérida (Brave, 2012), que no acepta la injusticia de no poder hacer aquello que le gusta (montar a caballo, tirar en arco…) por el simple hecho de ser chica.

 

Me gusta saber que las niñas de hoy en día tienen un abanico más amplio de “espejos donde mirarse”. Y quiero creer que los adolescentes son más críticos frente a las desigualdades de género y otras discriminaciones (raza, sexo, apariencia, cultura, creencias…). Aunque la realidad nos dice que queda mucho por hacer aún, pues se repiten conductas tóxicas y roles tradicionales entre nuestros jóvenes que siguen creyendo en el amor romántico (las chicas) y en el amor patriarcal basado en la superioridad masculina (lo chicos), como única vía para conseguir la verdadera felicidad.

¡Seguiremos luchando por cambiar el cuento!

Lídia Castro Navàs

#8M

Hoy estoy en huelga, pero como docente me veo con la obligación moral de hacer un poco de memoria histórica. Por eso he creado un hilo en twitter sobre «Las precursoras del feminismo» y os invito a echarle un ojo. Si no tenéis twitter y me lo pedís, podría hacer un post otro día.

Solo os quiero recordar que hoy estamos reivindicando la igualdad real entre hombres y mujeres, en ningún caso celebramos nada, pues el 8 de marzo de 1857, las trabajadoras de la fábrica textil «Triangle Shirtwaist Company» de Nueva York decidieron encerrarse en el edificio para exigir una reducción de la jornada laboral (que podía ser de 12 o 14 horas diarias). Se declaró un incendio y 129 mujeres murieron quemadas (se dice que supuestamente el incendio fue provocado por la dirección de la empresa).

En 1977 las Naciones Unidas escogieron esta fecha para declararlo Día Internacional de la Mujer.

nueva york

Por ellas hoy: ¡NADA QUE CELEBRAR, MUCHO POR REIVINDICAR!

 

Lídia Castro Navàs