Madre primeriza

Imaginad a una madre primeriza que se ve obligada, por la presión social, a sacrificar a su hijo recién nacido por no tener el aspecto que se esperaba…

Hera y zeus (1)

Zeus y Hera

Esta es la historia de Hera, Zeus y su hijo Hefesto.

Lo sé, son dioses de la mitología, pero no podemos olvidar que los mitos fueron creados por personas (hombres) con un único objetivo: adoctrinar a los suyos, decirles cómo se tenían que comportar y cuál era su “sitio” en la sociedad.

Y ¿cuál es nuestra herencia cultural?

Exacto, nuestros estamentos sociales, judiciales, políticos, legislativos… tienen un origen antiguo. Griegos primero, y romanos después, nos impusieron su “forma de hacer” que sigue vigente hoy en día.

la justicia

La justicia tiene raíces antiguas

Volviendo al mito… Hera era la diosa de la fertilidad y del matrimonio, hermana y esposa de Zeus (Rey de los dioses del Olimpo) y claro, ¿cómo iba ella a pensar que el fruto de dos dioses sería un engendro de la naturaleza? Se suponía que ella encarnaba el paradigma de madre…

Hera

Hera, diosa del matrimonio y la fertilidad

Y como seguro que imagináis, la culpa de dar a luz a un bebé cojo, bizco y con chepa no fue de Zeus, sino de ella. La honra de toda la familia recaía en las mujeres (también en las diosas, pues son las que dan “ejemplo” a las mortales).

Como ella era la culpable, no tuvo más remedio que buscar una solución drástica: hacer desaparecer a Hefesto. Lo lanzó desde el Olimpo y el bebé estuvo cayendo durante 9 días hasta llegar al mar. Por suerte, sobrevivió (no olvidemos que era un dios).

 

Olimpo

El Olimpo, hogar de las divinidades griegas

En el mar fue adoptado por un grupo de nereidas (ninfas del agua salada) que lo criaron y le enseñaron un oficio para que pudiera valerse por sí mismo: la forja del hierro. Así Hefesto se convirtió en un hombre con unas condiciones físicas poco normativas, pero válido.

Hefesto

Hefesto, dios del fuego y del hierro

Pasaron los años y Hera se enteró de que su hijo seguía vivo y se arrepintió tanto que tuvo la necesidad de enmendar su error. Fue a visitarle y quiso ofrecerle un regalo a modo de perdón. ¿Sabéis que le regaló? Pensad ¿qué es lo que más ansía poseer un hombre?

Habéis acertado: una mujer. Y no una mujer cualquiera, sino la diosa de la belleza y del amor, Afrodita. Ella, sin comerlo ni beberlo, se vio prometida a un hombre al que no conocía y no quería (pero eso es lo que se encontraban muchas jovencitas de la época).

Podría continuar explicando qué pasó en el matrimonio forzado entre Hefesto y Afrodita, pero ese es otro mito y da para otro artículo

Afrodita

Afrodita, diosa del amor y de la belleza

 

Resumen para acabar:

  • Objetivo de los mitos: adoctrina.
  • La mujer es la portadora de la honra de la familia y eso la hace responsable en todo lo relacionado con fertilidad, concepción, hijos… Si algo sale mal, la culpa es suya.
  • El matrimonio forzado imperaba en la época. El esposo firmaba un contrato con el futuro suegro. La mujer era un objeto y no tenía voz ni poder de decisión.

Este artículo es en realidad un hilo que colgué en Twitter para participar de una iniciativa de la Editorial Cerbero de la que os dejo toda la información en el siguiente banner:

Itamat

Aquí mi hilo:

Lídia Castro Navàs

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Las 13 rosas

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Tapia del cementerio de La Almudena, Madrid. 

Las 13 rosas es el nombre colectivo que se le dio a un grupo de trece jóvenes, la mitad de ellas miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), fusiladas por el régimen franquista en Madrid, el 5 de agosto de 1939.

JSU

Cartilla de las JSU

Después de la Guerra Civil Española y de que los máximos dirigentes de PCE fueran exiliados, las JSU intentaron reorganizarse de forma clandestina. El nuevo secretario general fue José Pena, de 21 años.  

Un policía infiltrado, delató a José Pena, quien fue detenido y obligado, mediante torturas, a dar todos los nombres que conocía de su organización. Un total de 67 personas, entre las cuales había Las 13 rosas.

 

 

Sus edades estaban comprendidas entre los 18 y los 29 años cuando las detuvieron, las torturaron y las metieron en la cárcel de mujeres de Ventas, construida para 450 personas en la que se hacinaban unas 4000.

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Cárcel de mujeres con las reclusas, vigilantas, curas y monjas.

 

La ejecuciones tuvieron lugar en la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 2 km de la prisión de Las Ventas. Nueve de las jóvenes fusiladas eran menores, ya que la mayoría de edad estaba establecida en 21 años.

Estas eran «Las 13 rosas«:

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Carmen Barrero Aguado (20)

Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.

 

 

Martina Barroso García

 

Martina Barroso García (24)

Al acabar la guerra participó en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (que estaba prohibido). Se conservan algunas cartas que escribió a su novio y a su familia en la prisión.

 

 

 

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Blanca Brisac Vázquez (29)

La mayor de las 13. Tenía un hijo. Católica y votante de derechas. Era pianista y fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después.

 

 

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Pilar Bueno Ibáñez (27)

Con la guerra se afilió al PCE y fue voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE.

 

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Julia Conesa Conesa (19)

De Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU. Trabajó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Antes de morir escribió una carta a su familia: “Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente (…) Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar”. Julia cerraba su carta con una suplica: “que mi nombre no se borre en la historia

Adelina García Casillas (19)

Militante de las JSU. Hija de un guardia civil. Le mandaron una carta a su casa afirmando que solo querían hacerle un interrogatorio ordinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.

Elena Gil Olaya (20)

Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.

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Virtudes González García (18)

En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo (se dice) tortura.

 

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Ana López Gallego (21)

De Jaén. Militante de las JSU. Su novio le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: «¿Es que a mí no me matan?».

 

 

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Joaquina López Laffite (23)

En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. La detuvieron el 18 de abril de 1939. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.

 

 

 

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Dionisia Manzanero Salas (20)

Se afilió al Partido Comunista en 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.

 

 

Victoria Muñoz García (18)

Se afilió con 15 años a las JSU. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartín de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.

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Luisa Rodríguez de la Fuente (18)

Entró en las JSU en 1937. Reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.

 

 

En realidad, las fusiladas fueron catorce, aunque no el mismo día. El día 5 de agosto de 1939 fueron asesinados 13 mujeres y 43 varones; eso es lo que consta en el acta oficial.

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Antonia Torre Yela (18)

Por un error de transcripción, en el oficio de piquete de ejecución figuraba como Antonio, Ella también militaba en la JSU. Sería fusilada el 19 de febrero de 1940.

 

 


Su único pecado: creer en la libertad  y reclamarla a través de la vía política, de forma pacífica.

Su condena: morir de noche, fusiladas contra un muro, después de torturas y meses en prisión, lejos de sus familias y a una temprana edad.

rosa abiréndose

Actos como estos no deben quedar en el olvido ni pueden repetirse. A todas ellas, gracias por intentar hacer de nuestra sociedad un lugar mejor donde vivir en libertad.

Lídia Castro Navàs

 

Las mujeres de la Guerra

¿Te has dado cuenta de que en los libros de texto de antaño explicaban los episodios históricos de forma muy sesgada? Pues eran los ganadores los que la escribían, los hombres ganadores. Así pues, el resultado era una visión poco objetiva de unos hechos muchas veces deleznables. Por suerte, esto ha cambiado en nuestros días, ¿o no?

Este pasado 25 de julio se han cumplido 80 años de la batalla más larga que aconteció durante la Guerra Civil Española: La batalla del Ebro (25 julio – 16 noviembre de 1938) que duró un total de 115 días.

Siempre que se aproxima el aniversario del inicio o del final de una guerra, aparecen publicados una multitud de artículos muy variados relacionados con ella: sobre las muertes causadas, las diferentes batallas en que se dividió dicha guerra, las estrategias usadas durante la misma, las consecuencias en la sociedad civil, el armamento encontrado años después… pero muy poco puede leerse sobre la función de las mujeres en ese conflicto. Ante esto, una puede concluir que la guerra es cosa de hombres. ¿Pero lo es de forma voluntaria o por imposición? No puedo evitar preguntarme, ¿cuál fue el papel que desempeñaron las mujeres en esa guerra de la que aún padecemos consecuencias políticas evidentes?

Cuando estalló la Guerra Civil Española (GCE), miles de mujeres republicanas se movilizaron en defensa del régimen político legítimo que había sido establecido de forma democrática en 1933, después de unas elecciones que fueron las primeras en las que ellas mismas pudieron votar por primera vez y ejercer así el anhelado sufragio; y es que las mujeres se jugaban mucho con esa guerra, pues todos los privilegios conseguidos durante la República empezaron a peligrar en esos momentos (por todos es sabido que las mujeres en España votaron por primera vez en 1933 y no pudieron volver a hacerlo hasta 1977). A partir de entonces, las mujeres se convirtieron en agentes históricos capaces de escribir su propia historia; todo a través de un trabajo activo durante el conflicto.

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Foto: Asociación Nacional de Mujeres Españolas (AMNE) con Clara Campoamor en el centro. Fuente: sacada de la red.

Así pues, queriendo clasificar los roles femeninos que aparecieron durante la GCE, esto es lo que ha surgido; tres prototipos de mujeres muy diferenciadas:

1. La activista, que pertenecía a alguna de las asociaciones feministas y/o antifascistas existentes, como la AMA (Asociación de mujeres antifascistas), de la que fuera presidenta Dolores Ibárruri, más conocida como la Pasionaria; o el secretariado femenino del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Estas activistas trabajaban desde la retaguardia y siempre a través de movilizaciones en la calle, donde reivindicaban la defensa del poder legítimo de la República y de los derechos adquiridos durante la misma.

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Foto: Activistas del AMA en una manifestación en Madrid durante la GCE. Fuente: blogs.elpais.com

 

2. La otra figura era la de la miliciana. En un principio solo fue una figura simbólica utilizada en los carteles como reclamo y motivación de las tropas. Se la representaba como una mujer joven, atractiva y seductora, vestida con el mono azul característico y con un fusil colgado en su espalda.

Y, aunque fue solo simbólica, la miliciana rompió con el papel pasivo y tradicional de las féminas, pues representaba a una mujer activa, revolucionaria y ¡que llevaba pantalones! Muchas mujeres mostraron su frustración por no poder ir a luchar al frente; se conocen algunos ejemplos, como Sara Berenguer, Marina Ginestá o, incluso, las retratadas en la película de Vicente Aranda, Libertarias (1996), que se convirtieron en todo un símbolo para las milicianas en activo.

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Foto: Marina Ginestà. En Barcelona, 1936. Fuente: elpais.com

Pero, desgraciadamente, aunque las milicianas prometían mucho por lo que se refiere al acceso de la mujer en el conflicto real, en diciembre de 1936, esta figura ya había desaparecido de los carteles y de la propaganda.

La heroína que se alzaba contra el fascismo era ahora un símbolo desprestigiado y reprobable. Se la asoció con aquello más negativo y que más daño hacía a una mujer, con la figura de la prostituta. Mientras solo fue una representación simbólica y seductora destinada a enaltecer la moral masculina, no hubo problema, pero en cuanto aparecieron mujeres reales reclamando su derecho a participar en la guerra, la cosa cambió por completo. Eso ya no gustó a los sectores más conservadores de  la sociedad, y es que en cuestión de género, la mayoría de la sociedad del momento, era muy tradicional, fuesen de la tendencia política que fuesen. Incluso las propias asociaciones de mujeres negaron el apoyo a esas que pretendían ir a luchar de forma activa en el frente.

La cuestión es que, desprestigiando a la figura de la miliciana y asociándola con la de la prostituta, consiguieron estigmatizarla socialmente y que acabara desapareciendo. Fue un mecanismo muy eficaz y poderoso para mantener a las mujeres alejadas del frente de batalla.

Después de la miliciana, tomó fuerza otra figura femenina más adecuada y que gustaba más a la sociedad del momento.

3. Me refiero a la madre combatiente, personaje que contrastaba mucho con la transgresora miliciana. Su imagen era clásica y su objetivo no fue otro que el bienestar familiar y colectivo.

La madre combatiente luchaba pero desde la retaguardia, sin aspiraciones reales a participar en el conflicto directo. Se la representaba como una mujer madura, trabajadora y podía aparecer en los carteles propagandísticos como madre, ama de casa o sanitaria. Jamás se la asoció con las armas, la lucha activa o ¡los pantalones!

Muchos fueron los carteles que mostraban a madres de rodillas sosteniendo a sus hijos heridos o muertos, que incitaban a la voluntariedad de otras madres.

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Foto: Carteles propagandísticos del POUM. Fuente: sacada de la red.

El símbolo de la maternidad no era nuevo y conocían su potencial para movilizar a las mujeres-madres apelando al derecho de defender a sus hijos de la brutalidad fascista.

De hecho, tenemos que pensar que la resistencia civil y la supervivencia cotidiana durante la guerra, se explican gracias al enorme esfuerzo que desplegaron las mujeres, quienes consiguieron, entre muchas otras cosas, que los servicios sociales y sanitarios siguieran funcionando, incluso con el gran aumento de la demanda durante el conflicto.  

Así pues, fuese cual fuese el papel que adoptaron las mujeres durante la GCE, más activo o más pasivo, desde las movilizaciones o desde la retaguardia, fue sin duda de relevante importancia. Aunque ya sabemos cuál fue el resultado del conflicto, no podemos olvidar ni menospreciar, la tarea de estas heroínas anónimas.

A todas ellas, ¡gracias!

 

Lídia Castro Navàs

#8M

Hoy estoy en huelga, pero como docente me veo con la obligación moral de hacer un poco de memoria histórica. Por eso he creado un hilo en twitter sobre «Las precursoras del feminismo» y os invito a echarle un ojo. Si no tenéis twitter y me lo pedís, podría hacer un post otro día.

Solo os quiero recordar que hoy estamos reivindicando la igualdad real entre hombres y mujeres, en ningún caso celebramos nada, pues el 8 de marzo de 1857, las trabajadoras de la fábrica textil «Triangle Shirtwaist Company» de Nueva York decidieron encerrarse en el edificio para exigir una reducción de la jornada laboral (que podía ser de 12 o 14 horas diarias). Se declaró un incendio y 129 mujeres murieron quemadas (se dice que supuestamente el incendio fue provocado por la dirección de la empresa).

En 1977 las Naciones Unidas escogieron esta fecha para declararlo Día Internacional de la Mujer.

nueva york

Por ellas hoy: ¡NADA QUE CELEBRAR, MUCHO POR REIVINDICAR!

 

Lídia Castro Navàs

Malos tiempos 

Salí de casa corriendo. En una pequeña maleta de cartón metí mis pocas pertenencias. Hacía un par de días que había escuchado rumores. Y la noche anterior hubo registros y detenciones. Siempre seguían el mismo procedimiento: irrumpían en plena noche, te interrogaban y, al final, después de amenazas y golpes, acababas admitiendo cualquier cosa. 

La primera vez pude huir gracias a la valentía de mi madre, que dijo que estaba sola y mantuvo su mentira a pesar de los golpes. Escuché sus gritos y sollozos. Pero, cobarde, me fui sin ser visto. Yo solo era un niño de once años y un secreto mortal aguardaba en mi corazón. Había pasado ya un tiempo y había sobrevivido, pero los que decían salvaguardar la pureza de la raza estaban intensificando sus métodos y ampliando sus fronteras.

Malos tiempos para ser diferente. Muy malos tiempos para sentirse mujer en un cuerpo de hombre.

@lidiacastro79 

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En la calle

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Foto del instagramer: @mglenriquez

Es una calle estrecha, oscura y tortuosa. De las fachadas desconchadas cuelgan cables y ropa tendida. Encima de una puerta, un cartel rojo con letras negras indica la entrada a una taberna.  Y, al fondo, justo en medio del paso están ellos: él está de pie y viste un vaquero y una camiseta negra; ella, un vestido corto de color turquesa y está sentada en el sillín de su bicicleta. Están charlando a corta distancia ajenos a lo que sucede a su alrededor.

@lidiacastro79

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Perdido en sus recuerdos

El anciano encontró las llaves en la caja metálica donde guardaba las galletas danesas que tanto le gustaban. No recordaba haberlas dejado ahí, no era el sitio habitual, pero últimamente su memoria tenía muchas lagunas.

—¡Qué terribles los estragos de la edad! —suspiró mientras se dejaba caer en su sillón, con cuidado de no forzar demasiado sus frágiles rodillas.

Se avergonzaba al reconocer que no sabía qué había tomado para desayunar ese mismo día. Sin embargo, era capaz de recordar perfectamente el olor del ambiente, el día en que vivió su primer bombardeo. Tan solo tenía diez años cuando estalló la guerra, pero aún tenía presente ese fatídico día cuando los aviones enemigos bombardearon su pueblo.

Las sirenas empezaron a sonar de forma atronadora. Corrí y corrí. No paré hasta llegar al refugio antiaéreo que se encontraba al final de una calle, excavado directamente en la roca. La entrada era pequeña y abovedada, igual que el resto del espacio: un largo pasillo, no muy ancho, bastante bajo de techo y con el suelo de tierra. Yo mismo había colaborado en las tareas de construcción. Con ayuda de una carretilla, transporté las piedras de la voladura de la montaña. Así fue como consiguieron perforar la roca. Luego, se vació de escombros y el espacio resultante se acondicionó mínimamente. Unas banquetas en hilera aguardaban en el lado izquierdo, mientras que en el derecho, colgaban de la pared, de forma improvisada, algunas bombillas que parpadeaban al son de las sirenas.

El polvo suspendido en el aire dificultaba la respiración, aunque allí dentro, la manteníamos contenida. Parecía como si todo el mundo la aguantara, para que el peligro pasara más rápido. Del mismo modo, el silencio era casi sepulcral. Solo se escuchaba el ruido exterior. Y las miradas llenas de pánico, en las caras de la gente, ponían los pelos de punta.

Polvo, humedad y miedo. Ese era el olor del ambiente que se podía respirar en el refugio. Un olor que no era fácil de olvidar por muchos años que pasaran…

El anciano abrió los ojos. Por un momento, había perdido la noción del tiempo. Se sentía un poco aturdido. Estaba sentado en su mullido sillón orejero y en sus manos tenía unas llaves. Desgraciadamente, no recordaba qué abrían, ni qué iba a hacer con ellas. Así que se quedó sentado, mirando a la nada y volvió a perderse en sus recuerdos.

Lídia Castro Navàs


Relato basado en hechos reales vividos por mi abuelo durante la Guerra Civil española.

Jornada sobre la arena

La arena crujía bajo mis sandalias y el abrasador sol me hizo odiar el casco metálico que tantas veces había salvado mi mísera vida. La manga que cubría mi brazo derecho, se me antojó demasiado apretada. Me arrodillé frente al altar, sin soltar la gladius que llevaba fuertemente empuñada, y me encomendé a mi dios. A mi lado, mi adversario hacía lo propio.

Hasta mis oídos llegaban los rugidos de las bestias que aguardaban bajo mis pies y el furor del público congregado en las gradas. Por un momento, vino a mi memoria el día en que fui capturado como prisionero de guerra y vendido como esclavo a mi entrenador. No sabía lo que la vida me depararía a partir de entonces.

Pero años después, me había hecho un lugar en tan ardua dedicación. El reconocimiento y la fama no era lo que me importaba. Por encima de todo, quería sobrevivir. No temía ni al dolor, ni a las heridas, pero no soportaba tener que asistir en su suicidio a algún contrincante, si así lo decidía el público. Odiaba esos inacabables minutos antes del inicio del espectáculo, pues nunca sabía qué acontecería esa jornada sobre la arena.

@lidiacastro79

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Bilbo: historia, arte y naturaleza

Bilbo (y no me refiero al de “Bolsón Cerrado”) es una ciudad con mucha historia y eso se refleja en sus calles, edificios y monumentos.

La primera impresión de la ciudad fue desde el taxi a la 1:00 de la madrugada, así que solo recuerdo un confuso juego de luces y sombras mezclado con la humedad del ambiente y el cansancio por el retraso.

Ya de día, y después de haber dormido unas prudentes cinco horas, la visión fue mucho mejor. Salí al balcón, donde unos geranios rojos reposaban frondosos, y el murmullo de la ría Nervión me dio los “buenos días”.

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Fachadas de Bilbao. Foto: @lidiacastro79

De mi observación, destacar las fachadas de los edificios antiguos: con sus porticones de madera, balconadas de hierro forjado y tribunas acristaladas. Y la multitud de flores y plantas que decoraban alféizares y barandillas.

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Detalle tribunas. Bilbao. Foto: @lidiacastro79

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Fachadas de Bilbao. Foto: @lidiacastro79

Su pasado industrial es fácilmente reconocible en algunas reminiscencias aún existentes, como alguna chimenea de ladrillo o la conservación de las fachadas de algunas fábricas y almacenes de la época. Lo histórico convive con lo actual, en una armonía envidiable.

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En primer plano «Variante Ovoide» de J. Oteiza (representa una cabeza con chapela). Al fondo, una chimenea de época industrial. Foto: @lidiacastro79

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Mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Foto: @lidiacastro79

El Guggenheim es visita obligada. Solo el edificio ya vale la pena, pero no solo su exterior… el interior es igualmente impresionante.

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Museo Guggenheim de Bilbao. Obra de Frank Gehry.  Foto: @lidiacastro79

Lo más original que pude ver, fue el poema de neón que se podía leer (a gran velocidad) en castellano, en euskera y en inglés. Y las gigantescas estructuras metálicas de Richard Serra.

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«Truisms» by Jenny Holzer. Foto: @lidiacastro79

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«La materia del tiempo» de Richard Serra. Foto: @lidiacastro79

Más inquietante fue la visión de las obras de Louise Bourgeois, aunque pude descubrir en ella a una interesante y traumatizada artista de una vida muy longeva.

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Foto sacada antes de que un «chicarrón» del norte me advirtiera de que no se podía. Foto: @lidiacastro79

Menos suerte tuvimos con el Puppy, que estaba rodeado de andamios y cubierto con unas gruesas telas verdes (foto no disponible por indisposición floral canina).

Callejear por el casco antiguo, bordear la ría paseando y subir al monte Artxanda con el funicular son algunas de las cosas de las que disfrutar si el tiempo acompaña (y si no acompaña, también).

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Puente Zubi Zuri sobre la ría Nervión. Foto: @lidiacastro79

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Vistas de Bilbao desde el monte Artxanda. Foto: @lidiacastro79

Lo de ir de pintxos fue toda una experiencia. Vegetarianos, veganos y macrobióticos (este último, mi caso) no lo tienen nada fácil. Con decir que, para los de Bilbao, el jamón de York y el atún son catalogados de verduras. ¡Que a nadie se le ocurra preguntar si un pintxo, donde está todo trinchadito, contiene carne o lácteos! Porque les sale el lado oscuro y te contestan un “¡Yo qué sé!” acompañado de una cara de perros (abstenerse pues, personas con intolerancias y alergias alimentarias). En fin, me hinché a pintxo de bacalao, que se veía lo que era.

Me quedé con las ganas de probar el marmitako. Por lo visto necesitas reserva para comerlo y no me quedó claro si la causa fue que no era temporada o que el bonito se acompaña de sangre de unicornio en vez de con patatas.

Visitar la costa, es una buena opción cuando ya has recorrido toda la ciudad. Por eso fuimos a Bakio, paraíso de los surfers. Muy buenas vistas desde la playa.

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Playa de Bakio. Foto: @lidiacastro79

San Juan de Gaztelugatxe, fantástica excursión de unas dos horas para ascender hasta la ermita y tocar la campana. Mar y montaña a partes iguales. Y como lucía un sol brillante, nariz y pómulos rojos, de regalo.

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Ermita de San Juan de Gaztelugatxe. Foto: @lidiacastro79

Y, finalmente, Bermeo, típica zona portuaria con un paseo marítimo lleno de bares y terrazas. Pero con un conjunto escultórico que me sorprendió gratamente sobre la cosmogonía vasca (explicación mitológica sobre el origen del mundo).

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Paseo marítimo de Bermeo. Foto: @lidiacastro79

Y así nos pasaron volando los dos días que estuvimos en Bilbo.

¡Aguuuuuur!

La fragancia de las flores

Llevaba el cesto de mimbre repleto de flores recién cogidas del campo. El sol aún brillaba, pero se encontraba ya lejos de su zénit y el cielo mostraba una paleta de colores muy variada donde predominaban el rosa y el violeta.

Los bajos de su vestido blanco se habían teñido de verde y sus botines estaban llenos de polvo, pero había valido la pena. Esas maravillosas flores decorarían ahora su hogar y su fragancia la acompañaría durante unos días mientras escribía poesía. 

@lidiacastro79

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