
Actúan como anestesiados al cumplir una orden, para no sentir, para no empatizar; igual que yo.
No somos tan diferentes…
Sus ojos se entrecierran y fruncen el ceño cuando los rayos del sol les dan de frente; igual que a mí.
No somos tan diferentes…
Sus cuerpos duelen y sangran si se hieren; igual que el mío. Y su sangre es viscosa y roja; como la mía.
No somos tan diferentes…
Es el mismo cielo el que admiran desde la ventana de sus casas y el que yo veo desde la grieta de mi barracón. Son las mismas estrellas a las que nos dirigimos para pedir un deseo.
No somos tan diferentes…
En el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Lídia Castro Navàs
