
Un buen día, una gran cúpula se precipitó sobre nosotros. Era opaca y su color gris plomizo lo invadió todo. Ya jamás volvimos a ver la luz del sol, ni a oler el aroma de las flores, ni a disfrutar del canto de los pájaros… todo se quedó en letargo, en pausa, esperando la llegada de una primavera que nunca llegaba. ¡Hasta que me cansé de esperar y fui yo misma a por ella!
Lídia Castro Navàs
