Cúpula gris plomizo 

Foto propia. Londres, 2016

Un buen día, una gran cúpula se precipitó sobre nosotros. Era opaca y su color gris plomizo lo invadió todo. Ya jamás volvimos a ver la luz del sol, ni a oler el aroma de las flores, ni a disfrutar del canto de los pájaros… todo se quedó en letargo, en pausa, esperando la llegada de una primavera que nunca llegaba. ¡Hasta que me cansé de esperar y fui yo misma a por ella!

Lídia Castro Navàs

El gris y yo

Mis días eran grises, igual que el cielo nublado que me cubría siempre. Nunca había visto el sol. Bueno, lo había visto en imágenes y en vídeo, pero nunca lo había sentido sobre mi piel. La enfermedad tópica que me diagnosticaron al nacer me lo impedía. No podía siquiera admirarlo untada con protector, ni bajo capas y capas de ropa. Siempre quedaba un resquicio por donde se colaba y me producía unas laceraciones que se extendían más allá de la zona expuesta. Con los años me había acostumbrado. ¡Incluso vivía en una ciudad donde se veía muy poco el sol! Pero me había convertido en una persona gris.

Lídia Castro Navàs

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