
Un suceso extraño había acontecido la víspera de todos los santos de 1847. Se dice que el cementerio amaneció alterado. Las autoridades afirmaron que las tumbas habían sido saqueadas y que habían robado todos los objetos de valor. Pero, parece ser, que no solo habían desaparecido las pertenencias de los difuntos. Los aldeanos, temerosos por el incidente, no se atrevieron siquiera a pisar de nuevo el camposanto y quedó abandonado. Aún hoy se pueden ver algunas lápidas caídas y las tumbas siguen vacías, ningún cuerpo aguarda bajo tierra desde aquella noche.
Lídia Castro Navàs