Escondida en la herrería

La espada reposaba sobre las llamas centelleantes y yo miraba fascinada cómo el metal adquiría un color carmesí. Mi expectación aumentó cuando el herrero la alzó al aire con la hoja al rojo vivo y la puso sobre el yunque. Después cogió el pesado martillo y empezó a atizarle con todas sus fuerzas. Se le tensaron los músculos de los brazos, al igual que las venas del cuello, que parecían a punto de explotar. Me encantaba esconderme tras las pacas de heno que estaban dispuestas entre la herrería y la cuadra. No perdía ni un detalle de todo el proceso, siempre con la esperanza de poder empuñar una de esas espadas algún día…
@lidiacastro79

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4 comentarios en “Escondida en la herrería

    • Gracias, Carlos. Pues sí que es difícil, se trata de un oficio extinto, creo. Solo puedes encontrarlo en ferias medievales de las que recorren ciudades. Ese es el caso de la foto, un forjador/feriante. Un abrazo.

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