
El dragón rojo lo acompañaba. Lo llevaba tatuado no solo en sus brazos, sino también su alma. Era su tótem, su fuerza, su guía y su luz. Pero debía entrenar para mantener la conexión con él. Ya lo olvidó una vez y no quería volver a pasar por ello. Sin él, perdía sus dones y recuperarlo le llevó años de desorientación y sufrimiento. Era por eso que mantenía una pauta que alternaba el entrenamiento físico y la meditación.
Otra de mis tríadas: Ilustración + microrrelato + música. Recomiendo disfrutar todo a la vez. Espero que te guste.
Lídia Castro Navàs
Ya sabes que tengo un ratón azul como tótem.
En mi caso, el entrenamiento es mental y cambio la meditación por la imaginación.
No es lo mismo pero todo suma.
Besitos 😘
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Bien hecho. Cada cual tiene que seguir su instinto y establecer su propio método. Un abrazo.
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