Abres los ojos y te encuentras conmigo, tumbada junto a ti, mirándote fijamente. Una sonrisa de satisfacción se dibuja al instante en tu cara. Yo me ruborizo al ser descubierta y tapo mi rostro con las sábanas, pues aún siento esa vergüenza pueril a tu lado.
—Quiero despertarme siempre así —me dices apartando la sábana y dándome un beso inesperado en los labios.
Lídia Castro Navàs