
−¿Así que fue en ese edificio donde pasó?
−Sí, justo allí.
−Pues nadie lo diría. ¿Y dices que los encontraron en la azotea?
−Sí, en el último piso abuhardillado. Justo debajo de unas sábanas blancas muy almidonadas.
−Pero ¿nadie se había percatado?
−Se dice que el ama de llaves era bastante despistada y además sufría de sordera por unas fiebres que tuvo de pequeña.
−Entonces ¿cómo los descubrió?
−Resulta que ese era el cuarto de la colada y aquella noche estaba desvelada por la boda de la señorita y quiso adelantar faena. Cuando entró vio las sábanas en el suelo y algo debajo de ellas. No dudó en levantarlas de golpe y allí estaban, retozando alegremente.
−Sigo sin entender cómo pudieron quedar los dos cachorros encerrados allí sin que nadie se diera cuenta.
−Fue un despiste, ya te he dicho que era muy distraída.
Lídia Castro Navàs