-¿Así que fue en ese edificio donde pasó?
-Sí, justo allí.
-Pues nadie lo diría… ¿Y dices que los encontraron en la azotea?
-Sí, en el último piso abuhardillado. Justo debajo de unas sábanas blancas muy almidonadas.
– Pero… ¿nadie se había percatado?
– Se dice que el ama de llaves era bastante despistada y además sufría de sordera por unas fiebres que tuvo de pequeña.
– Entonces, ¿cómo los descubrió?
– Resulta que ese era el cuarto de la colada y aquella noche estaba desvelada por la boda de la señorita y quiso adelantar faena. Cuando entró vio las sábanas en el suelo y algo debajo de ellas. No dudó en levantarlas de golpe y allí estaban, retozando alegremente.
– Sigo sin entender cómo pudieron quedar los dos cachorros encerrados allí sin que nadie se diera cuenta…
– Fue un despiste, ya te he dicho que era muy distraída…