Bilbo (y no me refiero al de “Bolsón Cerrado”) es una ciudad con mucha historia y eso se refleja en sus calles, edificios y monumentos.
La primera impresión de la ciudad fue desde el taxi a la 1:00 de la madrugada, así que solo recuerdo un confuso juego de luces y sombras mezclado con la humedad del ambiente y el cansancio por el retraso.
Ya de día, y después de haber dormido unas prudentes cinco horas, la visión fue mucho mejor. Salí al balcón, donde unos geranios rojos reposaban frondosos, y el murmullo de la ría Nervión me dio los “buenos días”.

Fachadas de Bilbao. Foto: @lidiacastro79
De mi observación, destacar las fachadas de los edificios antiguos: con sus porticones de madera, balconadas de hierro forjado y tribunas acristaladas. Y la multitud de flores y plantas que decoraban alféizares y barandillas.

Detalle tribunas. Bilbao. Foto: @lidiacastro79

Fachadas de Bilbao. Foto: @lidiacastro79
Su pasado industrial es fácilmente reconocible en algunas reminiscencias aún existentes, como alguna chimenea de ladrillo o la conservación de las fachadas de algunas fábricas y almacenes de la época. Lo histórico convive con lo actual, en una armonía envidiable.

En primer plano «Variante Ovoide» de J. Oteiza (representa una cabeza con chapela). Al fondo, una chimenea de época industrial. Foto: @lidiacastro79

Mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Foto: @lidiacastro79
El Guggenheim es visita obligada. Solo el edificio ya vale la pena, pero no solo su exterior… el interior es igualmente impresionante.

Museo Guggenheim de Bilbao. Obra de Frank Gehry. Foto: @lidiacastro79
Lo más original que pude ver, fue el poema de neón que se podía leer (a gran velocidad) en castellano, en euskera y en inglés. Y las gigantescas estructuras metálicas de Richard Serra.

«Truisms» by Jenny Holzer. Foto: @lidiacastro79

«La materia del tiempo» de Richard Serra. Foto: @lidiacastro79
Más inquietante fue la visión de las obras de Louise Bourgeois, aunque pude descubrir en ella a una interesante y traumatizada artista de una vida muy longeva.

Foto sacada antes de que un «chicarrón» del norte me advirtiera de que no se podía. Foto: @lidiacastro79
Menos suerte tuvimos con el Puppy, que estaba rodeado de andamios y cubierto con unas gruesas telas verdes (foto no disponible por indisposición floral canina).
Callejear por el casco antiguo, bordear la ría paseando y subir al monte Artxanda con el funicular son algunas de las cosas de las que disfrutar si el tiempo acompaña (y si no acompaña, también).

Puente Zubi Zuri sobre la ría Nervión. Foto: @lidiacastro79

Vistas de Bilbao desde el monte Artxanda. Foto: @lidiacastro79
Lo de ir de pintxos fue toda una experiencia. Vegetarianos, veganos y macrobióticos (este último, mi caso) no lo tienen nada fácil. Con decir que, para los de Bilbao, el jamón de York y el atún son catalogados de verduras. ¡Que a nadie se le ocurra preguntar si un pintxo, donde está todo trinchadito, contiene carne o lácteos! Porque les sale el lado oscuro y te contestan un “¡Yo qué sé!” acompañado de una cara de perros (abstenerse pues, personas con intolerancias y alergias alimentarias). En fin, me hinché a pintxo de bacalao, que se veía lo que era.
Me quedé con las ganas de probar el marmitako. Por lo visto necesitas reserva para comerlo y no me quedó claro si la causa fue que no era temporada o que el bonito se acompaña de sangre de unicornio en vez de con patatas.
Visitar la costa, es una buena opción cuando ya has recorrido toda la ciudad. Por eso fuimos a Bakio, paraíso de los surfers. Muy buenas vistas desde la playa.

Playa de Bakio. Foto: @lidiacastro79
San Juan de Gaztelugatxe, fantástica excursión de unas dos horas para ascender hasta la ermita y tocar la campana. Mar y montaña a partes iguales. Y como lucía un sol brillante, nariz y pómulos rojos, de regalo.

Ermita de San Juan de Gaztelugatxe. Foto: @lidiacastro79
Y, finalmente, Bermeo, típica zona portuaria con un paseo marítimo lleno de bares y terrazas. Pero con un conjunto escultórico que me sorprendió gratamente sobre la cosmogonía vasca (explicación mitológica sobre el origen del mundo).

Paseo marítimo de Bermeo. Foto: @lidiacastro79
Y así nos pasaron volando los dos días que estuvimos en Bilbo.
¡Aguuuuuur!
“Vegetarianos, veganos y macrobióticos (este último, mi caso) no lo tienen nada fácil.” Yo sé que esta dificultad. En Brasil, el pescado y el pollo se ofrecen como parte de menú del vegetadiano.
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¡¿Cómo puede ser?! Pues debe ser aún más difícil!!
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Es divertido. Me di por vencido explicando que la carne de pollo no es comida para vegetarianos.
Creo que es cultural, la gente confunde el vegetarianismo con el evitar la carne roja
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