Esperando la sentencia 

Me encontraba encerrada en lo alto de la torre, aguardando mi aciago destino. La sentencia se haría efectiva al atardecer, cuando el sol se hubiera escondido tras el horizonte y sus cálidos rayos dejaran de iluminar hasta los rincones más oscuros de mi alma.

Las primeras nieves del invierno habían empezado a caer y amenazaban con derribar los tejados de paja de las chozas más humildes. El frío se dejaba notar con intensidad y el abrigo que llevaba no era capaz de calmar mis incesantes escalofríos. Ya no sabía si eran a causa de la baja temperatura o por mi alma inquieta que presagiaba la llegada de la Parca.

Alguien gritó desde la calle y me sonsacó de mis pensamientos: «¡Bruja!». Me volví a estremecer…

@lidiacastro79

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Mis historias y otros devaneos by Lídia Castro Navàs is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License

13 comentarios en “Esperando la sentencia 

  1. Decir bruja en voz alta. Era hace no mucho tiempo una sentencia segura a muerte. Como señalar una casa y pronunciar judíos o susurrar protestante en el confesionario. Cualquier diferencia vale para ejercitarse en el uso del poder. La envidia. Es una de las humanidades que más temo porque excluyen cualquier defensa. Un beso.

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    • Cierto, la envidia es uno de los aspectos más letales del ser humano. Las personas son capaces de cometer atrocidades por envidia y si además le sumas ignorancia, es terrible. Gracias, Carlos. Un abrazo.

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  2. Pingback: #93 [Textos Solidarios] – MaruSpleen

  3. Estremecedor relato de alguien que ve de cerca la muerte. Coincido contigo y con el otro Carlos que la mezcla de envidia e ignorancia ha sido terrible a lo largo de la historia. Enhorabuena, me ha gustado mucho.
    Solo por quitar algo de hierro al tema, espero que Damián el Tembloroso no trabaje por esas latitudes …… Un abrazo

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    • Jajaja Nooo, creo que el verdugo aquí es un tal Juan el Fogatas. A las brujas les tocaba la hoguera, por lo de purificar sus almas… Gracias por tus palabras, Carlos. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

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  4. Con la mirada alta escuché el veredicto.
    El juez era un hombre que parecía tener cien años, barba blanca y descuidada y una voz que parecía la de una persona acostumbrado a dormir agarrado a una botella de ginebra. Me miró fijamente, me pareció que hasta con un poco de lástima y luego miró al jurado, que con la cabeza le hicieron un gesto afirmativo.
    Luego dijo, sin mucha formalidad:
    – Declaro a la acusada culpable de ejercer la brujería. Al atardecer se cumplirá la sentencia y será decapitada. Que Dios se acuerde de su alma.
    Golpeó con el mazo sobre la mesa y rápidamente llamó al siguiente acusado.

    Como siempre, Lidia, muy bien escrito. Un abrazo.

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    • «Y estos fueron mis últimos pensamientos en vida…» Quedarí genial encabezando tu relato y después el mío!! Jaja Muchas gracias a ti, por tus palabras y aportaciones. Un abrazo.

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