
Ya por fin me había instalado. Había sido costoso encontrar el sitio ideal, pero ahora tenía todo lo que necesitaba y me sentía sentía seguro, cómodo y calentito. Yo siempre me había considerado el inquilino perfecto: sin pareja, discreto, silencioso… por eso me extrañó cuando mi casero empezó a amargarme la vida.
Primero, fue el agua fría, ¡¿quién aguanta el agua fría en invierno?! Después, fue el olor a alcanfor y trementina. Era tan fuerte y desagradable que no se podía ni respirar. No tardó en aparecer la humedad excesiva y el sudor. Eso sí que puede conmigo. Al final, tuve que marcharme…
¡En cuanto los humanos sienten que tienen un virus viviendo en sus cuerpos hacen cualquier cosa para echarlo!
@lidiacastro79

Mis historias y otros devaneos by Lídia Castro Navàs is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License