Bajo la sombra de un olmo descansaba después de librar una cruenta batalla. A su lado reposaba su armadura dorada y, más allá, pastaba su montura. Se sentía satisfecho de salir airoso de tal contienda. Había sido duro, el sudor aún era visible en su frente y seguro que, tarde o temprano, los efectos adversos empezarían a aflorar.
Un aire cálido se escapó por el final de su espalda dejando quemazón tras de sí. Era la primera evidencia. ¡Y es que atreverse a hacer frente a una fabada de su abuela tenía sus riesgos!
Lídia Castro Navàs
Con esta entrada participé en el concurso que promovió Paula De Grei sobre la novela “La sombra dorada” de Luis M. Núñez o como lo conocemos todos: Lord Alce.