La inspiración

Me encontraba frente a la pantalla azulada de mi portátil. En la hoja en blanco del procesador de texto, parpadeaba incansable el cursor negro, recordándome que mis dedos permanecían inmóviles encima del teclado. Mi cuerpo en tensión era incapaz de moverse, en cambio, mi mente no paraba de escudriñar en la oscuridad en busca de la inspiración a una velocidad de vértigo. Miles de palabras inconexas inundaban mi cabeza y era incapaz de poner en orden todo ese alud de pensamientos.
Con la mirada perdida y los labios mordisqueados por mis propios dientes, esperaba la llegada de mi musa. A veces se rezagaba pero… ¿Me habría abandonado?

Lídia Castro Navàs

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