«Era una noche tan fría que hasta los árboles tiritaban. Ningún animal se atrevía a salir de su guarida y las blancas calles dormían totalmente desiertas. Las chimeneas escupían convulsivamente las sobras de las casas y los cristales empañados de las ventanas impedían ver el interior de las familias.
Esa noche tenía un trabajo que realizar y nada ni nadie en el mundo me impediría ejercer mi encargo. Tal vez fuera la última vez en mi vida, pero, ni el clima más despiadado ni el deseo por el calor de mi dulce hogar me harían desistir en mi cometido.
Volví a comprobar mi puñal, la cuerda y mi ansiedad, y sin más demora, me adentré en el pueblo… «
Las calles estaban desiertas, como era de esperar. El frío arreciaba, así que me ajusté el abrigo al cuello y aceleré el paso para entrar en calor. Cuando vi a lo lejos mi objetivo: el bosque, me eché la cuerda al hombro y empuñé el cuchillo. Aunque no lo iba a necesitar hasta más adelante, por eso lo guardé en el bolsillo. Mis dedos se encontraron con un par de monedas que observé con curiosidad, pues su extraño dibujo atrajo mi atención. Parecía un dios hindú de seis brazos a lomos de un tigre. Sin duda serían de uno de mis viajes por oriente y quedarían allí olvidadas. Las devolví al bolsillo y me aferré al tronco de un pino, seguramente centenario. Lo trepé, no sin dificultad y, una vez a buena altura me senté en una rama segura, saqué el puñal de nuevo y lo clavé en la base del muérdago hasta que se desprendió; luego lo até a la cuerda y lo bajé hasta el suelo con cuidado, pues no quería que se desprendieran las bolitas.
Volví a casa con la misión cumplida: había obtenido el único motivo decorativo que nos faltaba. ¡No podíamos celebrar la Navidad sin el muérdago colgado del quicio de la entrada!
Esta es mi propuesta para el Va de reto, desafío literario del blog de JascNet.
¡Anda que como esté protegido y le pillen las huestes de la Greta! Aquí protegen el musgo y los acebos y resulta que brotan solos en los rincones. Bueno algo tienen que ver los carboneros cuando comen semillas y expulsan el sobrante. Un besazo.
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jajaja Cierto, aquí también es algo que no puede cogerse, pero vamos a dejar que el prota de la historia cometa esa ilegalidad, que se acerca Navidad 😉 jejeje
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Sencillo y simpático, Lídia.
Solo tengo una duda, ¿realmente tanto empeño por conseguir el muérdago como objeto decorativo o por la tradición del beso obligatorio debajo? 😊😂😂😂
Muchísimas gracias por participar en mi VadeReto.
Que tengas una fiestas muuuuyyyy Felices y un año precioso y lleno de éxitos escritoriles. Hago extensivo este deseo para todos los habituales a tu blog.
Feliz 2020 😍😍😍
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Gracias a ti, Jose. Es un placer poder participar en tu reto aunque reinterprete las bases a mi antojo jajaja
Gracias por las felicitaciones y te las mando duplicadas para ti 🙂
Un abrazo grande!
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«Era una noche tan fría que hasta los árboles tiritaban». Guaaauuu… me ha enamorado esa frase. El micro muy chulo y divertido, pero es que me he quedado asombradísima con esa frase. Qué buena.
Un besote. 😉
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Ojo Luna que han pasado por aquí las Isobaras hace un rato, no veas como se agitaban los árboles y suben derechitas hacia ti. Un besazo.
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¡Ya está aquí, ya! Me ha tirado una maceta y ha movido el agua de las gatas. Y ayer tocaba bajar papel y está desperdigado por el pueblo (nosotros nos lo olimos y no lo bajamos…).
¡Un besote!
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Pues dale la enhorabuena a Jose, pues el inicio del relato es suyo jajaja El reto pedía continuar la historia.
Me alegro que te gustara 😉
Un besote de vuelta
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Ah, ya he visto como va el reto, ja, ja. Ya decía yo que por qué ese cambio en el formato del texto. ¡Pues muy bueno cómo lo has reconducido!
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Wow que relato tan interesante Lidia. Me gustó mucho.
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Muchas gracias, Juan. Me alegro que te haya gustado. Saludos.
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