El encargo

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«Era una noche tan fría que hasta los árboles tiritaban. Ningún animal se atrevía a salir de su guarida y las blancas calles dormían totalmente desiertas. Las chimeneas escupían convulsivamente las sobras de las casas y los cristales empañados de las ventanas impedían ver el interior de las familias.

Esa noche tenía un trabajo que realizar y nada ni nadie en el mundo me impediría ejercer mi encargo. Tal vez fuera la última vez en mi vida, pero, ni el clima más despiadado ni el deseo por el calor de mi dulce hogar me harían desistir en mi cometido.

Volví a comprobar mi puñal, la cuerda y mi ansiedad, y sin más demora, me adentré en el pueblo… «

Las calles estaban desiertas, como era de esperar. El frío arreciaba, así que me ajusté el abrigo al cuello y aceleré el paso para entrar en calor. Cuando vi a lo lejos mi objetivo: el bosque, me eché la cuerda al hombro y empuñé el cuchillo. Aunque no lo iba a necesitar hasta más adelante, por eso lo guardé en el bolsillo. Mis dedos se encontraron con un par de monedas que observé con curiosidad, pues su extraño dibujo atrajo mi atención. Parecía un dios hindú de seis brazos a lomos de un tigre. Sin duda serían de uno de mis viajes por oriente y quedarían allí olvidadas. Las devolví al bolsillo y me aferré al tronco de un pino, seguramente centenario. Lo trepé, no sin dificultad y, una vez a buena altura me senté en una rama segura, saqué el puñal de nuevo y lo clavé en la base del muérdago hasta que se desprendió; luego lo até a la cuerda y lo bajé hasta el suelo con cuidado, pues no quería que se desprendieran las bolitas. 

Volví a casa con la misión cumplida: había obtenido el único motivo decorativo que nos faltaba. ¡No podíamos celebrar la Navidad sin el muérdago colgado del quicio de la entrada!


Esta es mi propuesta para el Va de reto, desafío literario del blog de JascNet.

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Lídia Castro Navàs

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11 comentarios en “El encargo

  1. ¡Anda que como esté protegido y le pillen las huestes de la Greta! Aquí protegen el musgo y los acebos y resulta que brotan solos en los rincones. Bueno algo tienen que ver los carboneros cuando comen semillas y expulsan el sobrante. Un besazo.

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  2. Sencillo y simpático, Lídia.
    Solo tengo una duda, ¿realmente tanto empeño por conseguir el muérdago como objeto decorativo o por la tradición del beso obligatorio debajo? 😊😂😂😂
    Muchísimas gracias por participar en mi VadeReto.
    Que tengas una fiestas muuuuyyyy Felices y un año precioso y lleno de éxitos escritoriles. Hago extensivo este deseo para todos los habituales a tu blog.
    Feliz 2020 😍😍😍

    Le gusta a 1 persona

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