Madrid 3: ¡Hasta siempre!

Seguíamos en el tren. Ya habíamos dejado atrás la estación de Zaragoza y por las ventanas solo se podía ver oscuridad.
Continuábamos con nuestro repaso mental de todo lo vivido en Madrid, mientras a nuestro alrededor la gente destinaba su tiempo a leer, ver la película (una de animación de Astérix y Obélix), beber o comer algo…
Nos entró hambre y nos pusimos a picotear. Y es que yo siempre llevo provisiones (en esta ocasión, un par de plátanos y unos cacahuetes). Mientras intentaba no llenar mi regazo con las cáscaras de los cacahuetes, recordábamos que nuestro segundo día en Madrid fue igual de intenso que el primero, aunque cogimos más el metro para paliar el cansancio acumulado del día anterior. La primera parada fue en la plaza de España, donde pudimos hacernos unas fotos en la fuente con el edificio con el mismo nombre a nuestras espaldas. Se trata del octavo edificio más alto de la península y a mí me recordó a la fachada de uno de esos hoteles americanos que tantas veces he visto en películas de sobremesa.

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Foto: @SetahBastet

Rodeamos toda la plaza hasta llegar a la parte occidental donde descansa Cervantes, que atento vigila las andanzas de Don Quijote y Sancho Panza que avanzan en sus monturas correspondientes.
Hacía mucho frío, que se acentuaba a causa de la gélida brisa que soplaba. Nos dirigimos al templo Debod. Templo egipcio dedicado a Amon y a Isis, que fue un regalo de agradecimiento por la ayuda prestada en el traslado del templo de Abu Simbel a causa de la construcción de la presa de Assuan (¡Si no lo hubieran trasladado, hubiera quedado inundado!). Tuve la sensación de volver a Egipto por tercera vez, aunque solo fuera por unos instantes. La emoción del momento bien se merecía algo más que una foto… Mi prima sugirió hacer un boomerang para colgar en el insta (Boomerang: vídeo muy corto que repite un movimiento. Sí, yo tampoco lo sabía… juas). Total, que el momento boomerang fue de lo más divertido.  Además, como no parábamos de saltar para que quedara algo original, pudimos apaciguar un poco el frío, que ya nos vino bien.

Después de eso nos fuimos al Palacio Real, pasando por los jardines de Sabatini.  Un sinfín de escaleras hasta llegar a la plaza de Oriente donde pudimos admirar el palacio con todo su esplendor. Espectacular arquitectura de estilo Barroco (Me recordó al Buckingham Palace, pero más grande).

Justo al lado se encuentra la Catedral de la Almudena. Referente a ella… solo comentar que era domingo (pero no un domingo cualquiera… Era domingo de ramos). Y eran las 12:20 (Sí, a eso me refería… estaba llena a rebosar. Y encima nos quedamos sin poder subir al mirador de la cúpula, snif). No contentas con eso, nos aventuramos a entrar de todas formas… fue un recorrido muy rápido, con la vista puesta en los techos abovedados, admirando arcos apuntados, ventanas polilobuladas y vidrieras coloridas. Cuatro fotos y salida casi sin respirar (buff, había taaanta gente y hacía tanto calor dentro, que presenciamos incluso el desmayo de una señora…).

Lo más curioso fue que, al rodear el edificio por el exterior para poderlo ver des de todos los ángulos, vimos que entre las esculturas de los apóstoles,  que se encontraban alrededor de la cúpula, había una que resultaba extrañamente parecida a Batman (Solo fue por una milésima de segundo, pero tuve que parpadear y volver a mirar… ¡que cada cual juzgue!)

Ese día nos habíamos propuesto comernos un bocadillo de calamares (¡No solo hay que visitar los lugares conocidos, también hay que comer cosas “típicas”, oye!). Así que, nos dirigimos al Mercado de San Miguel (Había leído que era el lugar ideal para hacer unas tapas y eso…). Pretendíamos comer allí, pero fue imposible… ¡no se podía ni andar por dentro! Al final acabamos comiendo “a delicius bocadillo de calamares in plaza Mayor” (Era inevitable usar una referencia similar, juas). De fábula… sentadas en una terraza, con una estufa por encima de nuestras cabezas, una mantita en el regazo y disfrutando de tal combinación variopinta. I-D-E-A-L.

Después del descanso, intentamos visitar la casa-museo de Lope de Vega, pero al llegar… chasco. Se necesitaba cita previa (Debimos darles ‘penita’, porque nos dejaron ver el jardín privado).

Así que, nos fuimos a por más arte, pero esta vez, moderno. Al Reina Sofía. De camino al museo, me encantó poder ir ‘pisando’ retazos de la literatura española (¡Qué idea más original para acercar la literatura al ciudadano de a pie!). Además, resultaba que era el día internacional de la poesía, así que aproveché para hacer un tweet con foto de uno de los más que conocidos versos de Bécquer.

En el museo (Entrada gratis para docentes, por cierto): Picasso, flipando con El Guernica (Menos mal que el MoMA de Nueva York se hizo cargo de él en el ‘39, porque seguramente se hubiera ‘perdido’ la obra… tweet), Dalí, Buñuel (Vimos ‘El perro andaluz’. Sí, el corto de la navaja en el ojo… un poquito repugnante, pero si piensas en el año de grabación, ¡chapó por los efectos!), Magrit, Sorolla… ¡No dábamos al abasto! Me encantó (Y mientras, los vigilantes seguían con su serenata: “¡Nooo fotooos!” ¡Y daaaale! ¿Qué se creen que vamos a hacer con las fotos? ¿venderlas? ¿planear un robo? No se me ocurre más. En fin…).

Al salir, había empezado a llover. Bajón y fiasco, porque no habíamos cogido el paraguas (¡La previsión de la app no lo ‘preveía’, jolin!). Una carrerilla hasta la entrada del metro y hacia el hostal a descansar un poco y hacer tiempo para ir a cenar (Tártar de salmón con aguacate y semillas de sésamo negro ¡mmm!) y unas fotillos nocturnas.

Segundo día… ¡superado!

Nuestro último día en la capital fue relajado y corto. De hecho, habíamos tachado todo lo de nuestra lista, así que tocaba improvisar. Por la mañana, subimos al mirador del Corte Inglés para admirar las vistas y echar unas fotos desde las alturas. Después callejeamos en busca de los teatros madrileños más conocidos. Fotos de las entradas y carteles, hasta el mediodía, momento en que debíamos dejar la habitación. Cargadas con todo, hicimos uso del servicio de consigna de la estación de Atocha (Barato y seguro. Un 10).

Ya sin maletas, hicimos una visita improvisada al CaixaForum (Entrada gratis para docentes, de nuevo. Juas, juas): Miró y Le Brun (tweets y ¡fotos! Aquí sí que dejaban…).

Pude admirar los trabajos preparatorios de muchas de las pinturas murales de Versalles (Impresionantes litografías y ¡menudo tamaño!). Mi prima se lamentó cuando se dio cuenta de que había perdido el plástico protector del visor de su cámara… (Se ha quedado en Madrid).

Comida en un ‘japo’ (Makis, sopa de miso y arroz picante) y tiempo de relax para disfrutar de un té sencha.

Una hora antes de la salida del tren fuimos hacia la estación, donde visitamos el jardín botánico y cuando compramos nuestros ‘recuerdos’, nos hicieron un regalo inesperado (“Estrellas del amor” las llamó).

Se nos pasó la hora volando. El tren ya estaba en el andén. Era hora de partir. De vuelta a casa…

¡Hasta siempre, Madrid! (snif, snif).

@lidiacastro79

Madrid 2: arte universal, calles mojadas y piernas cansadas

Y, de nuevo, las bandas sonoras ocupaban mis sentidos. Y, otra vez, las gotas de lluvia volvían a correr horizontales por el cristal. Estábamos de vuelta, pero en esta ocasión sí que podíamos hablar (¡Lo que era un alivio!).

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Foto: @SetahBastet

Nos pusimos a repasar todo lo que habíamos hecho en esos días. Con nuestro particular Cuaderno de Bitácora en mano (que en realidad era un archivo de drive que había creado hacía apenas una semana para ir apuntando todo lo que queríamos ver y hacer en Madrid), esbozamos una sonrisa satisfechas, al comprobar que, no solo habíamos hecho todo lo previsto, sino que además habíamos tenido tiempo para descubiertas de última hora totalmente improvisadas.
Acabábamos de comprarnos un souvenir: mi prima, un imán muy original (hecho en Barcelona, por cierto. Juas, juas). Y yo, un poco menos tradicional, un anillo con una amatista (y es que tengo un anillo de cada sitio donde he estado. Lo he convertido en una tradición curiosa).

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Foto: @SetahBastet

Pero no serían solo esos objetos lo que nos llevaríamos con nosotras. Las experiencias vividas serían las que llenarían nuestros recuerdos para siempre…
Muchas anécdotas nos abordaron en ese preciso momento y empezamos a reír (sí, seguro que todo el mundo nos miraba, pero ¿¡qué nos importaba?! “Un día sin risas, es un día perdido”). Y es que resulta que solo llegar a Madrid, cuando salíamos de la estación, casi me caigo al pisar mal una cinta transportadora de esas (por suerte, nadie se percató… Bueno, solo mi prima, que se había quedado rezagaza y casi inmortaliza el momento. ¡Solo hubiera faltado eso!)

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Foto: @SetahBastet

Juro que en ese momento pensé que había empezado con mal pie… ¡Pero solo sirvió para generar endorfinas ‘por un tubo’ cada vez que nos acordábamos!
Nuestro hostal se encontraba muy cerca de la plaza del sol, en una callejuela sucia pero con cierto glamour algo rancio (Lo que los hipsters calificarían como kitsch). Llena de bares, lo que la convertía en un lugar con bastante movimiento nocturno.

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Foto: @SetahBastet

Descargamos maletas y nos dispusimos a empezar por el Parque del Retiro. El día estaba gris y llovía de forma intermitente. Paraguas y fotos. Mala combinación. Pero eso no frenó nuestro entusiasmo… De camino al Retiro nos topamos con el palacio y la fuente de la Cibeles rodeada de banderas (Me la imaginaba más grande y menos ‘española’, dado que se trata de una diosa frigia equivalente a la Gea griega). Foto.
Un poco más adelante estaba la puerta de Alcalá (mírala, mírala, mírala, míralaaaa… Imposible no cantarlo). Foto selfie para el face.
Llegada a la puerta del Retiro. Emocionadísima al ver una frikada: un símbolo gigante de Batman esperándome para una foto (Yo saltando y mi prima ‘partiéndose’ y seguramente más gente que había por allí, también).
De lo que más nos acordábamos, de nuestra visita al extenso parque (a parte de la lluvia y el consecuente barro) era el precioso Palacio de Cristal. En cuanto pude entrar y observar los altos techos y amplias paredes acristaladas, me transporté a un tiempo pasado, de vestidos largos, moños altos y sombrillas a juego (Muy hermoso. Sin querer me vinieron a la cabeza aquellos cuadros modernistas de Ramon Casas…)

Después de comer (unos noodles picantes en un Thai), al Prado. La emoción empezó en las taquillas. Entrada gratis para docentes (¡Cómo mola ser profeee!).
La visita al Prado es mi mejor recuerdo. Un subidón tras otro, cada vez que doblaba una esquina y descubría obras muy admiradas y estudiadas en mi paso por la universidad (Rendición de Breda, La fragua de Vulcano, Las hilanderas, El rapto de Proserpina, Las tres gracias, El juicio de Paris, Saturno devorando a un hijo…). Como no se podían hacer fotografías (nos lo recordaban continuamente al grito de: “¡Nooo fotooos!”), no paré de hacer tweets para saciar mis ganas de compartir la emoción que sentía con el resto del mundo.
Al salir del museo nos sorprendió el solecito. Había dejado de llover. Subidón de nuevo. Pusimos dirección a la fuente de Neptuno, no sin antes hacer una foto al edificio de la Real Academia de la Lengua Española (¡Qué haría yo sin el diccionario de la RAE!). La fuente dedicada al dios del mar también me resultó pequeña y muy poco accesible, dado que, al igual que la Cibeles, es una rotonda.
Sucesión de semáforos. Escuchamos a diferentes personas decirse “!verdeeees!” cuando se podía pasar. Nos pareció muy gracioso, así que hasta llegar de nuevo al hostal, no paramos de decirlo y reír como locas (Más endorfinas…). Pero estábamos taaaaaan cansadas, que hicimos una parada a medio camino para merendar en un sitio muy chulo. Silloncitos. Un smoothie y un chocolate. Enchufe para cargar los móviles y wifi gratis (!Bieeen!).
Paseo por la calle Preciados hasta la plaza Callao, para echar unas fotos al conocido cartel de neón de Schweppes (Muy… luminoso. De ese momento solo podíamos acordarnos del frío intenso y del cansancio).

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Foto: @SetahBastet

Después de descubrir un restaurante orgánico, donde me comí una veggi burger de garbanzos y espinacas con mostaza artesana (¡¡Deliciosa!!), nos fuimos a dormir prontito (¡Estábamos ‘rotas’!).
Primer día… ¡superado!

@lidiacastro79