Había sonado el gong metálico dando inicio a la ceremonia del té. Sentado sobre sus rodillas miraba como ella le enseñaba cada paso del ritual: lavó los utensilios, calentó el agua, vertió una parte de esta en el cuenco donde aguardaban las hojas de matcha, lo removió con el agitador de bambú… Durante todo el proceso ella no había levantado la vista, hasta que le acercó el cuenco. En ese breve cruce de miradas, se enamoraron.
Lídia Castro Navàs
