Celador de nada

celador de nada

Aterricé en la esclusa seis. No había encontrado a ninguna escuadra disponible a esas horas, así que me dirigí a mi destino sola. Volver al Presidio de los Ancianos reabrió en mí heridas del pasado. Hacía más de cuatro años que no pisaba el arrecife, que no me sometía a los juegos perversos de Variks, el último de la Casa del Juicio. Su voz amenazante rebotó en las paredes metálicas de la enclusa en ese justo momento; sabía que no era él, no podía serlo… desapareció. Se trataba de un sirviente celador que lo imitaba para confundirme. Él era mi objetivo en esa misión.

Avancé haciendo caso omiso a mis pensamientos y me encontré los pasillos atestados de vex y cabal a los que fui sorteando no sin dificultades.

Mi carrera a contrarreloj se complicó cuando accedí a las vías por las que antaño transportaban a los presos a sus celdas. Seguían en funcionamiento, lo que significaba que vagones vacíos circulaban por ellas a gran velocidad cortándome el paso continuamente. Era una situación muy extraña: trenes fantasma, capaces de cercenarme viva, iban y venían en un sinsentido. No pude sino aumentar mi precaución. Alguien me enseñó una vez a pasar esa zona subiéndome a las catenarias de los trenes sin tener que pisar siquiera las vías. Así lo hice y pude atravesar el lugar de una forma algo más segura.

Después de hacer frente a varias oleadas de enemigos en diferentes galerías, un ascensor de energía me aspiró hasta una planta superior: la arena del Presidio de los Ancianos. Ahí empezaba realmente el juego. Me sentí como un gladiador a punto de pelear con una fiera. Con la única diferencia que yo iba a enfrentarme a diversas hordas de bestias alienígenas, mientras debería desmontar unas bombas que iniciaban su cuenta atrás hasta explotar. Mi vida corría un serio peligro, pero mi duro entrenamiento me permitió salir exitosa. Y cuando se abrieron las puertas que guardaban el cofre de la recompensa, no era sino una artimaña más de ese celador con ganas de minar mi confianza. Aunque, por fin, después de caer al vacío en un largo recorrido, podría enfrentarme a él. Era la hora de la verdad.

Esa gran bola escupidora de fuego se encontraba frente a mí, rodeada de aliados que me iban a poner difícil la tarea de acabar con su vida. De nuevo hice uso de mis armas y de mi intelecto para lanzar una ofensiva justo en el centro de su único ojo; su parte más débil. Lo dañé mucho, pero él se defendió encendiendo todo el recinto en llamas de fuego. Solo pude resguardarme detrás de un pilar metálico, como quien busca la sombra para protegerse del sol fuerte en una tarde de verano. Mi energía empezó a fallar cuando la pantalla protectora que había invocado terminó de ofrecerme auxilio. El tiempo iba en mi contra y estaba a punto de caer extenuada. Fue entonces cuando desenfundé el lanzamisiles. No esperé a enfocar con la mira a mi objetivo, pues el proyectil, dotado de bombas de racimo, lo dañarían aunque no le diera de lleno. Fue lo justo y necesario.

Así acabé con ese sirviente celador de nada y pude dar descanso definitivo a Cayde-6, quien pereció entre esas celdas cuando defendía a la ciudad de los presos que escaparon en masa.

¡Descansa en paz, compañero. Que nada interrumpa tu descanso eterno!


Pedro, un buen amigo virtual, se ha comprado un calendario del 2020 de Destiny (el videojuego al que dedicamos parte de nuestro tiempo) y me ha retado a escribir un relato inspirándome en cada personaje que aparece en dicho calendario. El mes de febrero viene presidido por una escena de un asalto y esta es la foto que Pedro me mandó el día 1:

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Lídia Castro Navàs

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Carta a la reina

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Ciudad Onírica. Universo Destiny.

Querida Mara:

Te escribo desde el litoral de la ciudad Onírica. En este idílico lugar aguardo tu regreso, aunque siempre alerta, pues los poseídos acechan en cada esquina. Atrás quedaron las heridas que Drevis, la baronesa de los lobos, provocó en mí al matar a mis hermanas. Pero tú me acogiste y me delegaste una tarea, con la que arrojaste luz sobre la oscuridad que se cernía sobre mí desde entonces. A ti te debo el salir de las tinieblas y volver a recuperar la fuerza para hacer frente al mal que atenaza nuestra galaxia. Confiaste en mí, incluso después de que el Orador, Ikora y la ciudad entera me condenaran al ostracismo; temieron que me pasara lo mismo que a Eris. Todo fue por mi terco orgullo, que me llevó a cometer un error imperdonable: la vida de esos guardianes y de sus espectros se perdió por mi culpa, solo mía. Ya la asumí, pero el camino tomado no era el correcto, pues me dejé llevar por la ira. Gracias a tu guía recuperé la senda, el coraje y la seguridad en mí misma.

De ahí que tu marcha supusiera una dura prueba a mi lealtad por ti. Dudé de tu propósito, incluso falté a mi palabra cuando casi abandono la lucha y olvido mi misión vital. 

¡Oh, reina de los insomnes! Ahora comprendo parte de esa dura prueba que me fue encomendada; con cada desafío ascendente superado he entendido tu mensaje: pretendías que mi fe en el combate se fortaleciera y confiara en el proceso, sin tener en cuenta las derrotas, las caídas, el dolor, las heridas recibidas…

Sigo esperando tu vuelta, pero ahora no dudo de que lo harás cuando sea el momento; ni antes ni después. Mi experiencia de corsaria me ha ayudado a soportar tu ausencia y a no desistir. Sé que volverás, solo cuando mi alma y la tuya vibren en la misma sintonía regresarás de la oscuridad y traerás contigo el equilibrio entre el mundo de la realidad y de la ascendencia. Hasta entonces, seguiré luchando, levantando bien alto el blasón de mi estirpe y la insignia de tu trono. 

 

Tu fiel servidora,

Petra Venj


Pedro, un buen amigo virtual, se ha comprado un calendario del 2020 de Destiny (el videojuego al que dedicamos parte de nuestro tiempo) y me ha retado a escribir un relato inspirándome en cada personaje que aparece en dicho calendario. El mes de enero está dedicado a Petra Venj y esta es la foto que Pedro me mandó el día 1:

Petra

 

Lídia Castro Navàs

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Secreto 2

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  • SECRETO 2: El videojuego en el que me inspiré se llama Destiny. Era agosto de 2015, empezaban mis vacaciones y me descargué una demo en mi PS3 sin querer. Hoy, casi tres años y dos ediciones del juego después, ¡sigo enganchada! Fue un maravilloso error del “destino” 😉

Ve al secreto 3.

Lídia Castro Navàs

El nacimiento de una guardiana

— ¡Guardiana, despierta!

Me encontraba semiinconsciente sobre un suelo duro y árido. Una voz metálica me hizo volver en mí. No podía levantar los párpados, el fulgor de la luz del sol no me lo permitía. Con los ojos medio cerrados pude atisbar que me encontraba rodeada de coches abandonados. Esos automóviles hacía ya mucho tiempo que permanecían fuera de circulación. Sus chapas estaban oxidadas, las lunas habían desaparecido y sus interiores sin entrañas, eran pasto de las malas hierbas. Todo ello les otorgaba un aspecto fantasmal.

Más allá del cementerio de chatarra se podía ver lo que parecían los límites amurallados de una gran ciudad. Los edificios y muros cercanos estaban en ruinas, pero era fácil intuir que antaño había sido una importante metrópolis. En el suelo solo había tierra y la única vegetación existente eran unos cuantos matojos rodantes, típicos de una zona desértica donde no llueve desde hace largo tiempo. Aún con los ojos casi cerrados, empecé a tomar conciencia de mi cuerpo y a mover las manos para recuperar la flexibilidad de mis articulaciones.

— ¡Guardiana, despierta! Aquí no estamos a salvo.

Y de nuevo volví a escuchar la voz metálica. Esta vez, intenté reconocer con la mirada de dónde provenía. Estaba cerca, pero no era capaz de ver ninguna figura que la acompañase. Abrí los ojos por completo y un extraño objeto volador, del tamaño de un pomelo y con cuatro aristas, orbitaba alrededor de mi cabeza. Emitía una brillante luz desde el centro de su exoesqueleto mecánico. ¿Era eso lo que me hablaba?

— ¡Levanta, guardiana! Tenemos que buscar refugio —dijo con impaciencia.

— Pero… ¿Qué eres? ¿Dónde estoy? —Estaba desconcertada.

— Las preguntas luego, ahora levántate y corre. Los caídos nos vigilan.

¿Había dicho caídos? ¿Y qué se suponía que era eso? Dada su diligencia al hablar, le hice caso y no quise discutir, no me sentía en plenas facultades para ello. Me levanté con dificultad y empecé a moverme siguiendo a esa cosa en dirección a la muralla en ruinas. A lo lejos, oí unos gruñidos y dos siluetas se dibujaron de repente en el horizonte a mi izquierda. Eran dos seres aparentemente humanos en la forma, pero con rasgos propios de insectos mutantes. Uno de ellos tenía cuatro brazos y la cabeza en forma de mantis religiosa, con varios ojos laterales y unas antenas a modo de cornamenta. Sus vestiduras eran propias de combate, con armaduras y capas que colgaban de su espalda. Uno de ellos, el de mayor tamaño y altura, levantó dos de sus cuatro brazos en alto mientras que con los otros dos nos señalaba. ¿Era un arma eso que blandía entre sus manos? De pronto, una energía desconocida me hizo correr con más premura. Sin duda, era la adrenalina generada por el miedo lo que impulsó mis piernas.

Una vez a buen recaudo en el interior de la muralla, el objeto volador empezó a hablar:

— Soy tu espectro —dijo sin más.

— ¿Mi qué? —Necesitaba más información.

— Has sido elegida como guardiana de la luz. A partir de ahora seré tu guía en la lucha contra la oscuridad que se cierne sobre el sistema solar.

No sabía qué decir. Estaba atónita, así que dejé que continuara.

— Te llevaré ante el Orador, él aclarará tus dudas. Pero necesitamos una nave para salir a la órbita. Coge esta arma y dispara a todo lo que veas moverse. Sígueme —dijo para terminar.

Una vez más hice lo que me pedía sin rechistar. Supongo que el estar en peligro no me permitía pensar demasiado. El espectro me guio con su luz por unos túneles muy oscuros que parecían alcantarillas. Corríamos por encima de unas estructuras metálicas a modo de pasarelas. Yo sostenía entre mis manos el arma. Se trataba de un fusil de explorador, rígido, pesado y con un cargador bastante limitado. Aún no conocía el alcance de este, pero debería apuntar bien si no quería quedarme sin munición a las primeras de cambio.

— Apunta a la cabeza —dijo como si estuviera escuchando mis pensamientos.

— De acuerdo —respondí con decisión. Estaba preparada para enfrentarme a mi destino.

Lídia Castro Navàs


Relato basado en el inicio del videojuego Destiny.