Momentos de evasión

Es una persona normal y corriente, de esas que no destacaría entre una multitud apiñada en un vagón de metro en hora punta; de esas que no sobresaldría por sus graciosas ocurrencias o su inteligente conversación; de esas que nunca sería el centro de atención en una fiesta o en una reunión social…

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Suele pasar sus rutinarios días trabajando, encerrada en su grisáceo zulo recopilando monótonos datos con su ordenador anticuado. Apartada del mundo y de sus compañeros… Lo único que la acompaña, en su afán de recopilar datos sin sentido, es su inseparable café bien cargado y el cansino ruido que emite esa decrépita máquina, más cercana a un tractor viejo que a una computadora de uso profesional.

La desidia invade todos los recovecos de su ser durante la larga jornada laboral, hasta que suena el timbre del cambio de turno y una tímida sonrisa se puede vislumbrar en su apagado y envejecido rostro. El paso de los años ha hecho mella en su piel, borrando todo rastro de juventud y frescura. Pero en ese preciso momento del día, una brillante y esperanzadora luz inunda sus ojos castaños y casi se puede intuir a través de sus grandes gafas de pasta oscura, que usa a modo de antifaz para ocultar su verdadera belleza.

Y llega el momento de salir del edificio que oprime sus sentidos, y convertirse en lo que ella quiera, sin tener en cuenta lo que los demás piensen. Esa reconfortante sensación recorre su cuerpo todos lo días en el preciso instante en que abandona la oficina. Abre la puerta con una energía renovada y la deja cerrar tras de sí, con una despreocupación pasmosa.

En cuanto llega a su casa se convierte en una heroína capaz de salvar al mundo del apocalipsis, capaz de combatir plagas de alienígenas, capaz de matar a zombies sedientos de sangre humana… ¡Llega su momento! ¡Llega el momento de ser lo que ella quiera ser!

Lídia Castro Navàs