
Asistía por primera vez al ritual. Me impresionó ver a la sacerdotisa, frente a la pila sagrada, tan seria, tan conectada. Tan lejos de allí y, a la vez, tan presente. Con los ojos cerrados y, después de entonar unos cánticos ininteligibles, nos habló de renacer como hacía la Tierra en sus ciclos. No había que luchar contra los cambios, sino aceptar cada una de las transformaciones que llevaba la vida consigo. Entonces me di cuenta de que me estaba resistiendo a cambiar; por fin comprendí cuál era el camino: fluir con lo que la vida tenía preparado para mí.
Esta es mi propuesta para Escribir Jugando de marzo, un microrrelato de 100 palabras (sin contar el título), basado en el desafío. Descúbrelo.
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Lídia Castro Navàs