Manecillas de turmalina

En 1989 su corazón se paró. 

Llevaba un marcapasos desde hacía un tiempo, pero eso solo retrasó lo inevitable: su corazón estaba enfermo. No encontraron un donante adecuado para hacerle el trasplante y probaron algo nuevo: un reloj. Su padre, que había sido relojero en Suiza, ayudó en la intervención, que fue un éxito total. La chica del corazón de reloj viviría muchos años, pero tendría que cultivar la paciencia, pues las manecillas, hechas de turmalina negra, siempre acababan por adelantarse un poco.


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Lídia Castro Navàs

12 comentarios en “Manecillas de turmalina

  1. Particularmente sugerente. Lástima, para mí, que el día no tenga al menos 100 horas… Mira que me lo he planteado veces, pero no he llegado a «aceptar ninguno de los retos». Espero que llegue el momento.

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  2. Hola, Lídia.
    Titulo perfecto para una novela juvenil: La chica del corazón de reloj.

    Triste que se adelantara tanto, eso hizo que fuera más inevitable su partida, pero mientras vivió, su corazón era el que mejor marcaba el tiempo.

    Un beso enorme.

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