
Foto: @lidiacastro79
Se había desvelado, como todas las noches, y estaba paseando por el claustro con la única compañía de un hermoso amanecer. El frío viento matinal le rozó su pálido rostro y se estremeció. Se abrazó a sí misma arropándose con el manto de lana que cubría su camisón. Estaba nerviosa, por eso le costaba conciliar el sueño. No tenía elección, debía casarse con un hombre que le causaba repulsión porque así lo había decidido su padre.
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