No me acostumbro

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Foto: Pixabay

Salí a la calle. Era un sábado por la mañana y lucía el sol, pero muchas sirenas sonaban al unísono. ¿Será un accidente?, me pregunté. No estaba segura.

Me dirigí al mercado. De repente, la voz de una mujer llegó a mis oídos:

—¡Se me escapa la vida, se me escapa la vida! —gritaba angustiada.

Pude captar su inquietud y la hice mía. Una profunda tristeza me embargó hasta provocarme el llanto; un llanto que intenté disimular con mis gafas de sol. Aceleré el paso con la respiración entrecortada y me alejé de allí. Estaba lleno de gente que se acercaba curiosa a mirar, violando la intimidad de un momento crítico. ¿Cómo podían estar ahí impasibles? No lo entendía…

Una mujer murió en la calle esa mañana. Ya estaba muerta cuando los sanitarios llegaron; ya estaba muerta cuando yo salí de mi casa.

Aún no me acostumbro a que los espíritus me hablen.

 

Lídia Castro Navàs

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Atrevimiento

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Fuente: Pixabay

Era el menor de siete hermanos y eso le forjó un carácter fuerte, pues tuvo que espabilarse por sí solo; jamás recibió ayuda de nadie, ni siquiera esa tarde en que osó salir al balcón, donde el abuelo estaba sentado. Este se mecía de forma cadenciosa mientras degustaba una limonada; a sus pies descansaba Toby y a su diestra, la escopeta. No era su intención molestar al anciano, pero en cuanto lo vio, soltó el refresco y le propinó un balazo. Ahí terminó la vida del atrevido ratón.

Esta entrada es para participar en el Reto 5 líneas del blog de Adella Brac.

Lídia Castro Navàs

Dolor 

Siento un dolor enorme. No duermo bien, me cuesta comer, ya no sonrío como antes…

Todo el mundo parece que ha vivido la situación y me dice lo mismo: “necesitas tiempo”, “te acostumbrarás“, “intenta no pensar en ello”…

Suena fácil, pero… ¡¿Cómo no voy a pensar en ello si tengo la boca llena de hierros?! ¡Maldito sea el día en que acepté ponerme ortodoncia!

@lidiacastro79