—¡¿Qué?! ¡¿Qué lo que me contaste no era verdad?!
—Bueno… estrictamente, no. Digamos que ese día estaba inspirado…
—¡¿Inspirado?! O sea, ¿me estás diciendo que todo lo que he escrito con un cincel durante largos años es producto de tu “inspiración”?
—¡Tampoco te pongas así, hombre! Total, ¿cuántos más, a parte de nosotros, saben leer?
—Esa no es la cuestión, Osiris. Te tenía por un dios serio y me vienes a dictar bulos. Si alguien se entera voy a perder toda mi credibilidad. Pasaré a la historia como el sacerdote que inventaba sus profecías. Nadie creerá que tenía contacto directo con los dioses.
—¡Ah, si es por eso, tranquilo! En el futuro nadie creerá eso de todas formas…