Calles estrechas y empedradas. Viviendas de madera y piedra con zaguán delantero decorado con plantas, llenando las laderas del escarpado terreno que se abre al mar. Redes, boyas y barcas varadas allí donde mires… Este es Polperro, un pueblecito pesquero del suroeste de Inglaterra.
El día que lo visité el ambiente estaba cargado de humedad y una misteriosa niebla dificultaba la visión, a la vez que te calaba hasta los huesos. Para ser mediados de julio y las dos de la tarde, soplaba una suave y fría brisa que me dejó tiritando.
Lo que más me atrajo del sitio fue el enigma que se escondía detrás de cada piedra, en cada rincón. Como si las paredes guardasen un antiguo secreto jamás desvelado. ¡Quedé prendada!
(Y eso que iba con treinta adolescentes con ganas de divertirse a los que no se les ocurrió otra cosa que ascender a una de las abruptas cimas que precipitaba en un acantilado sin protecciones. ¡¿No podían simplemente echarse selfies o buscar pokémons y dejar lo de las montañas para Kilian Jornet?!)
@lidiacastro79
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