
Siempre la veo en las puertas del templo. Raras veces entra durante la liturgia, pero allí está. Es como si una fuerza invisible la atrajera hasta ese lugar. Se queda durante todo el día, aunque desaparece cuando cae la noche. Tampoco se presenta los días nublados y me siento triste cuando eso ocurre. Me encanta poder mirarla, desprende energía y calidez.
¡Y es que la luz tiene un efecto muy positivo en mí!
Lídia Castro Navàs

