Quizás nada, quizás todo

Sentada en el vagón del tren, leía ávidamente la novela romántica que me tenía atrapada. Mi trayecto era largo y me permitía sumergirme en la lectura quedando al margen del mundo. Ni siquiera percibía a los pasajeros que iban y venían por el pasillo… Hasta que ÉL se levantó para bajar.

Había estado ahí todo el tiempo y no me había percatado. Por un instante, mi absorta mente fue arrancada de los brazos del libro y atraída por su brillante esencia. El tiempo se paró, igual que mi respiración. Intentaba retener en mi memoria cada forma, cada detalle, cada sensación… Pero todo fue muy rápido. Me hubiera gustado poder posar mis pupilas sobre las suyas y mirar más allá del color de sus ojos. ¿Qué hubiera visto? Quizás NADA, quizás TODO.

Lídia Castro Navàs