Ladgerda, ¿reina?

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Vikingos (Serie de Netflix)

Hace un tiempo me entrevistaron para preguntarme acerca de si históricamente era posible que Ladgerda, de la serie «Vikingos«, reinara. Al momento dudé, pero me dispuse a indagar sobre el tema y esto es lo que saqué en claro sobre las mujeres vikingas y su sociedad:

Hay que diferenciar entre la mujer libre y la esclava. Mientras que la mujer vikinga libre gozaba de unas leyes y una consideración, la esclava era un mero objeto. Así pues, una esclava podía ser violada con total impunidad; no pasaba lo mismo con una libre, acto que era penado con la muerte del violador. 

La vikinga (libre) era una mujer fuerte y conocedora del manejo de las armas, pero ella no tomaba parte en las guerra, sino que tenía una misión muy importante al hacerse cargo del cuidado de la familia, la granja y defendiendo el poblado en ausencia de los hombres que habían ido a luchar. Esa tarea era muy valorada por los hombres que tenían confianza plena en sus mujeres para gestionarlo. Esto no significa que, de forma excepcional, alguna mujer, que tuviera las condiciones físicas y así lo decidiera, no pudiera luchar en una guerra de forma activa, pero como digo debía ser algo excepcional. 

No debemos tomar esto como algo discriminatorio, pues en época griega, por ejemplo, era impensable que una mujer decidiera algo; se la consideraba una eterna menor de edad al cargo de un hombre. En cambio, la mujer vikinga tiene su propia autonomía e incluso puede decidir si casarse o quedarse soltera. Del mismo modo, existía el divorcio, ley que también existió en época romana, pero solo el hombre podía hacer uso de ella; por contraste, en época vikinga, tanto hombre como mujer, podían divorciarse por voluntad propia.

Si hablamos de la toma de decisiones es imprescindible conocer que los vikingos se reunían en asambleas de clanes y las mujeres participaban de forma activa en ellas, aunque las decisiones sobre guerras, saqueos, etc. eran los hombres los que tenían la última palabra, pues eran ellos los que los llevarían a cabo.

Creo que en el caso de la serie “Vikingos” han exagerado el papel de la mujer guerrera y en concreto el caso de la protagonista, Ladgerda; es bastante improbable que una mujer llegara a reinar, a no ser que fuera de regente (mientras el verdadero rey estuviera ausente, enfermo o hasta que el heredero al trono obtuviera la mayoría de edad). De hecho, Ladgerda forma parte de la mitología vikinga y se dice de ella que era una valkiria (ser que se encargaba de llevar a los muertos en batalla hasta el Valhalla). 

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«Valkiria» por Pablo Fernández ArtWork

Así pues, voy a concluir diciendo que la mujer vikinga no participaba en las guerras de forma activa, pero podía manejar armas y defender su poblado si era necesario, aunque raramente tomaría parte en una batalla; ni tampoco podía reinar, pero tenía un grado de independencia y un poder de decisión envidiables si las comparamos con otras mujeres de la época. 

💜 ¡Y SEGUIMOS CON LA LUCHA POR LA IGUALDAD! 💜

 

Lídia Castro Navàs

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Las mujeres de la Guerra

¿Te has dado cuenta de que en los libros de texto de antaño explicaban los episodios históricos de forma muy sesgada? Pues eran los ganadores los que la escribían, los hombres ganadores. Así pues, el resultado era una visión poco objetiva de unos hechos muchas veces deleznables. Por suerte, esto ha cambiado en nuestros días, ¿o no?

Este pasado 25 de julio se han cumplido 80 años de la batalla más larga que aconteció durante la Guerra Civil Española: La batalla del Ebro (25 julio – 16 noviembre de 1938) que duró un total de 115 días.

Siempre que se aproxima el aniversario del inicio o del final de una guerra, aparecen publicados una multitud de artículos muy variados relacionados con ella: sobre las muertes causadas, las diferentes batallas en que se dividió dicha guerra, las estrategias usadas durante la misma, las consecuencias en la sociedad civil, el armamento encontrado años después… pero muy poco puede leerse sobre la función de las mujeres en ese conflicto. Ante esto, una puede concluir que la guerra es cosa de hombres. ¿Pero lo es de forma voluntaria o por imposición? No puedo evitar preguntarme, ¿cuál fue el papel que desempeñaron las mujeres en esa guerra de la que aún padecemos consecuencias políticas evidentes?

Cuando estalló la Guerra Civil Española (GCE), miles de mujeres republicanas se movilizaron en defensa del régimen político legítimo que había sido establecido de forma democrática en 1933, después de unas elecciones que fueron las primeras en las que ellas mismas pudieron votar por primera vez y ejercer así el anhelado sufragio; y es que las mujeres se jugaban mucho con esa guerra, pues todos los privilegios conseguidos durante la República empezaron a peligrar en esos momentos (por todos es sabido que las mujeres en España votaron por primera vez en 1933 y no pudieron volver a hacerlo hasta 1977). A partir de entonces, las mujeres se convirtieron en agentes históricos capaces de escribir su propia historia; todo a través de un trabajo activo durante el conflicto.

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Foto: Asociación Nacional de Mujeres Españolas (AMNE) con Clara Campoamor en el centro. Fuente: sacada de la red.

Así pues, queriendo clasificar los roles femeninos que aparecieron durante la GCE, esto es lo que ha surgido; tres prototipos de mujeres muy diferenciadas:

1. La activista, que pertenecía a alguna de las asociaciones feministas y/o antifascistas existentes, como la AMA (Asociación de mujeres antifascistas), de la que fuera presidenta Dolores Ibárruri, más conocida como la Pasionaria; o el secretariado femenino del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Estas activistas trabajaban desde la retaguardia y siempre a través de movilizaciones en la calle, donde reivindicaban la defensa del poder legítimo de la República y de los derechos adquiridos durante la misma.

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Foto: Activistas del AMA en una manifestación en Madrid durante la GCE. Fuente: blogs.elpais.com

 

2. La otra figura era la de la miliciana. En un principio solo fue una figura simbólica utilizada en los carteles como reclamo y motivación de las tropas. Se la representaba como una mujer joven, atractiva y seductora, vestida con el mono azul característico y con un fusil colgado en su espalda.

Y, aunque fue solo simbólica, la miliciana rompió con el papel pasivo y tradicional de las féminas, pues representaba a una mujer activa, revolucionaria y ¡que llevaba pantalones! Muchas mujeres mostraron su frustración por no poder ir a luchar al frente; se conocen algunos ejemplos, como Sara Berenguer, Marina Ginestá o, incluso, las retratadas en la película de Vicente Aranda, Libertarias (1996), que se convirtieron en todo un símbolo para las milicianas en activo.

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Foto: Marina Ginestà. En Barcelona, 1936. Fuente: elpais.com

Pero, desgraciadamente, aunque las milicianas prometían mucho por lo que se refiere al acceso de la mujer en el conflicto real, en diciembre de 1936, esta figura ya había desaparecido de los carteles y de la propaganda.

La heroína que se alzaba contra el fascismo era ahora un símbolo desprestigiado y reprobable. Se la asoció con aquello más negativo y que más daño hacía a una mujer, con la figura de la prostituta. Mientras solo fue una representación simbólica y seductora destinada a enaltecer la moral masculina, no hubo problema, pero en cuanto aparecieron mujeres reales reclamando su derecho a participar en la guerra, la cosa cambió por completo. Eso ya no gustó a los sectores más conservadores de  la sociedad, y es que en cuestión de género, la mayoría de la sociedad del momento, era muy tradicional, fuesen de la tendencia política que fuesen. Incluso las propias asociaciones de mujeres negaron el apoyo a esas que pretendían ir a luchar de forma activa en el frente.

La cuestión es que, desprestigiando a la figura de la miliciana y asociándola con la de la prostituta, consiguieron estigmatizarla socialmente y que acabara desapareciendo. Fue un mecanismo muy eficaz y poderoso para mantener a las mujeres alejadas del frente de batalla.

Después de la miliciana, tomó fuerza otra figura femenina más adecuada y que gustaba más a la sociedad del momento.

3. Me refiero a la madre combatiente, personaje que contrastaba mucho con la transgresora miliciana. Su imagen era clásica y su objetivo no fue otro que el bienestar familiar y colectivo.

La madre combatiente luchaba pero desde la retaguardia, sin aspiraciones reales a participar en el conflicto directo. Se la representaba como una mujer madura, trabajadora y podía aparecer en los carteles propagandísticos como madre, ama de casa o sanitaria. Jamás se la asoció con las armas, la lucha activa o ¡los pantalones!

Muchos fueron los carteles que mostraban a madres de rodillas sosteniendo a sus hijos heridos o muertos, que incitaban a la voluntariedad de otras madres.

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Foto: Carteles propagandísticos del POUM. Fuente: sacada de la red.

El símbolo de la maternidad no era nuevo y conocían su potencial para movilizar a las mujeres-madres apelando al derecho de defender a sus hijos de la brutalidad fascista.

De hecho, tenemos que pensar que la resistencia civil y la supervivencia cotidiana durante la guerra, se explican gracias al enorme esfuerzo que desplegaron las mujeres, quienes consiguieron, entre muchas otras cosas, que los servicios sociales y sanitarios siguieran funcionando, incluso con el gran aumento de la demanda durante el conflicto.  

Así pues, fuese cual fuese el papel que adoptaron las mujeres durante la GCE, más activo o más pasivo, desde las movilizaciones o desde la retaguardia, fue sin duda de relevante importancia. Aunque ya sabemos cuál fue el resultado del conflicto, no podemos olvidar ni menospreciar, la tarea de estas heroínas anónimas.

A todas ellas, ¡gracias!

 

Lídia Castro Navàs

Secreto 9

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SECRETO 9: En la novela doy protagonismo a los personajes femeninos: son fuertes, resueltas y no necesitan ser salvadas, se salvan a sí mismas. También he intentado visibilizar a otros colectivos minoritarios como: personas de diferentes razas, culturas y LGTB.

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Ve al secreto 10.

Lídia Castro Navàs