El kokoro, en aleación con el éter, se convierte en un poderoso elemento; el único capaz de cumplir con la sincronía que lleva a cabo Madame S’habiller, condesa de Trebi, cuando conjura su esfera que abre el campo cuántico. Necesita su esfera para ver el porvenir y teletransportarse, solo así funciona su don. Nadie más en el mundo puede hacerlo; solo ella. Pero el kokoro es un material muy sensible y difícil de conseguir. La gente ambiciona poseerlo, pero se convierte en una joya más para ellos, pues no le pueden dar uso.
Sus secuaces le informaron que en el Stella viajaría un fragmento de kokoro y podría hacerse con él. Además, dado que en su trayecto pasaba por el tramo de éter, la condesa lo tenía todo pensado: subiría al tren, se dejaría ver en el vagón restaurante con sus mejores galas degustando la cena y se retiraría temprano a su vagón dormitorio para, supuestamente, pasar la noche. Pero, en realidad, aprovecharía para robar el kokoro y bajar del tren durante el paso por el tramo de éter sin ser vista.
Al llegar a la estación del fin de trayecto, ella volvería a estar en su vagón como si nada hubiera pasado, gracias al portal cuántico que habría abierto con ayuda de la aleación, pero el kokoro ya no estaría…
¡Era el plan perfecto! Ahora solo tenía que ponerlo en práctica.
Lídia Castro Navàs