
El hada estaba desesperada. Nunca moría del todo, siempre volvía a habitar en el bosque. Pero sentía que su existencia era muy limitada, pues anhelaba hacer cosas que su condición no le permitían. En su trigésima séptima vida, se propuso cumplir algunos de sus propósitos. Había conseguido subir al Everest, recorrer a pie la Gran Muralla China y tirarse por las cataratas del Niágara, pero sus alas habían quedado inservibles por la presión del agua. Ahora solo quería que el tiempo pasase rápido para tener unas alas nuevas. Mientras, ansiaba volver a volar, aunque tendría que hacerlo en globo aerostático.
Esta es mi propuesta para Escribir Jugando de abril, un microrrelato de 100 palabras (sin contar el título), basado en el desafío. Descúbrelo.
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Lídia Castro Navàs











