Entré en la habitación y todos estaban reunidos. Unos, en pequeños grupos, hablaban en voz muy baja; otros, más apartados, tenían la mirada perdida y se mantenían en silencio. El sol de mayo se colaba por los balcones, pero su calidez apenas era perceptible. Y, entonces, la vi a ella: su tez pálida y la inexpresión de su rostro me impactaron. Estaba claro que ese cuerpo hinchado e inerte ya nada tenía que ver con mi abuela.
Los recuerdos pernoctados se despiertan entre sueños y espabilan el dolor anestesiado de mis entrañas. Esa realidad onírica marca en mi piel las heridas como si fueran tatuajes y reviven los sentidos, dormidos en lo más profundo del inconsciente, donde estaban ignorados, pero no olvidados… Ya no duelen como antes y mi corazón diseña nuevas estrategias de escape, que son un refrescante bálsamo para mis llagas casi curadas. Y levanto la mirada al cielo, que se descubre azul y despejado, y vuelvo a ver el sol; aunque brilla diferente… igual que yo.
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El triste y grisáceo cielo llora lágrimas amargas, y yo me siento a contemplar cómo acontece ese desdén a través de mi solitaria ventana.
Las lágrimas del tiempo se derraman encima de la áspera tierra y son absorbidas ávidamente, como si fueran el único elixir de la vida existente.
Las hormigas líquidas recorren el cristal, incesantes; su movimiento, casi hipnótico, me abstraen de mis monotemáticos pensamientos, sin oponer resistencia alguna. Como si el tiempo se detuviera por un instante, y yo me perdiera en la inmensidad del espacio imperturbable.
Y, por un instante, me siento en paz, en calma; esa calma tan necesaria para continuar la lucha, para seguir con los brazos en alto, dientes apretados y piernas tensionadas.
Un penetrante pinchazo, que me traspasa el cráneo, me arranca de la abstracción y me recuerda que está durando demasiado mi desconexión. Tengo que volver a posar los pies sobre el suelo, el suelo de la realidad, a veces luminosa y esplendorosa, y otras tan acerba.
¡Es hora de continuar lidiando!
Lídia Castro Navàs
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¿Qué andas buscando? ¿Qué es verdaderamente lo importante a entender y realizar? ¿Quién o qué eres? No somos, desde luego, el pensamiento. ¿Existe un yo separado e individual, o no es más que una imagen mental? ¿Qué son la mente, la conciencia, el Sí Mismo, la luz interior? Preguntas que apuntan a una "respuesta" mucho más profunda y real que lo meramente intelectual: Solo-Ser más allá de toda elaboración mental, discriminación, juicio, conceptualización, definición, categoría o dualidad sujeto-objeto. Una luz cegadora, incondicionada, que todo lo traspasa: la Mente Despierta, que a la vez es la No-Mente. La ausencia de sujeto y de todo registro mental. Todo sencillamente fluye
No se trata de nada sino de seguir viviendo dando una respuesta o una salida a ese vacío existencial original que está en el centro la galaxia llamada "yo".
Emociones, Poesía, Relatos, Carteles, Fotografías. Un doblado, "doblao" en Aracena, el pueblo de mis padres, es un lugar de la casa, en la parte más alta, bajo el tejado, al que se accede por una angosta escalera. Es un espacio no habitable donde se almacenan objetos viejos o de poco uso, y también algunos alimentos, como patatas o cebollas, entre otros. En mi Doblao del Arte guardo mis creaciones, emanadas de mis sentimientos y vivencias, que entroncan con mi imaginación, mi pensamiento, mis emociones, mi presente y mi pasado, todo ello condicionado por mis raíces.