Camino por el campo y la naturaleza guía mis pasos sosegados, sin rumbo fijo, siguiendo solo las sendas que se dibujan en un paisaje bañado por el sol, lleno de verdes y amarillos, amarillos y verdes.
Nací junto con mis dos hermanas en el suelo, un día de verano en medio de un sofocante calor. Continuamos unidas por un mismo cordón umbilical que nos da el sustento necesario para crecer. Hasta el otoño no podremos ser separadas, cuando nuestro cuerpo haya doblado su tamaño y el sol haya dotado a nuestra piel del color anaranjado propio de las calabazas maduras.
Hoy se sentía genial, se había puesto ese vestido rojo que tanto le gustaba y se había ido a pasear. Era su primer día de vacaciones y había aplazado su próximo viaje para poder disfrutar del calor del verano, antes de encaminarse a Reikiavik. Así que, esa tarde, tomó el sol, se comió un helado, paseó con su liviano vestido… Hizo todo aquello que ella consideraba propio del verano. Y cuando llegó a la fuente, bañada con esa luz dorada del sol que empieza a esconderse, pudo sentir la humedad del agua salpicándole en los pies solo cubiertos por unas sandalias. ¡Fue la mejor sensación del día!
Mis historias y otros devaneos by Lídia Castro Navàs is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License
En una tarde de desidia en la que el sol ilumina todo lo que toca con su calidez, observo unos rayos que se cuelan tímidos por mi ventana entreabierta y que al llegar a la librería repleta de volúmenes impasibles, van deambulando por encima de los lomos polvorientos con sumo cuidado, como dando color a un lienzo invisible.
El tiempo se escapa entre mis manos, igual que la luz del sol, que quiere apagarse como desangrándose a causa de una herida superficial. Las notas de música bailan frenéticas por todo el espacio que me envuelve y me hacen sentir bien.
Oprimo las ganas de saltar de la silla y gritar con todas mis fuerzas, para hacer saber al Universo mis más ansiados pensamientos. En vez de eso, pongo negro sobre blanco para intentar apaciguar mis exaltados sentidos.
Algo llega a mis sienes dejándome sin aliento por un instante, fugaz e incierto. Y no puedo evitar moverme levemente al compás de la música que me acompaña y dejarme sentir… como si una ínfima parte de mi Ser notase el inicio de algo nuevo, diferente.
Y vislumbro la ansiada luz, al final de mi largo y cansino túnel. Por fin la luz gana la dura batalla a la temida oscuridad y la dicha me acaricia con sus gráciles dedos. ¿Será la llegada de la nueva estación?